sabiduria1A quienes no tuvieron la oportunidad de leer el primer artículo de esta serie, quisiera explicarles que su razón de ser viene dada por los errores que cometemos los evangélicos en nuestra utilización de las palabras para transmitir el mensaje de la Palabra. Y, como hemos visto hasta ahora, esto es aplicable a muy diversos aspectos de la fe cristiana.

Pero si ya de por sí es lamentable que se cometan errores en cuanto a la expresión de temas y conceptos relacionados con la Palabra, ¿cuánto más no lo será que caigamos en ellos a la hora de referirnos a la Palabra misma, es decir a la Biblia? Pues, desgraciadamente, como en los tiempos de Esdras, “"somos muchos los que hemos pecado en esto"” (10:13).

Empezamos por el adjetivo que califica a la Escritura. Algunos estamos ya un poco hartos de oír y leer los adjetivos “escritural” y “escriturístico”, neologismos estos totalmente gratuitos e injustificados que introducen aquellos que, haciendo caso omiso de los chirridos del corrector ortográfico de su ordenador, no se molestan en mirar el Diccionario,
donde encontrarían el adjetivo de curso legal “"escriturario"”. Pero, según la “ley de Murphy” lingüística, si hay dos opciones incorrectas y una correcta, se optará masivamente por las dos incorrectas.

A algunos libros de la Biblia se les añade el artículo "“el"”, que, evidentemente, no está en la Biblia. Suelen sufrir este añadido los libros de Génesis y Éxodo. Y, para no ser menos, el libro de Hechos de los Apóstoles recibe el correspondiente “”los”” por aquello de la correspondencia de género y número. Pero, con la Biblia en la mano, solo El Apocalipsis tiene el privilegio del artículo, con el que puede y debe ser citado.

Y hablando de citas, aquí sí que hay un abundante caldo de cultivo para la transgresión gramatical. Por mor de la concisión podemos citar, por ejemplo, Primero de Reyes, en vez de Primer Libro de los Reyes, pero decir Primera de Reyes atribuye una feminidad a los libros que no poseen, como tampoco los temas, por mucho que se empeñen los guiris.

A las epístolas neotestamentarias sí se les aplica el género correcto, pero sufren verdaderas contorsiones en el campo de las preposiciones. Así, oímos citar frecuentemente Primera de Corintios o Segunda de Timoteo, con lo cual deberíamos entender que los autores de dichas epístolas fueron los corintios y Timoteo respectivamente. Este error teológico se

perdona fácilmente al no ser intencionado. Pero lo correcto es decir Primera a los Corintios o Segunda a Timoteo, si queremos utilizar la forma abreviada.

Se nota también un cierto esnobismo por parte de aquellos que parecen cansados de utilizar el sustantivo “versículo”, y prefieren decir “verso”, quizá por aquello de “la Biblia en verso”, que tanto oíamos, sin entender, de pequeños. (Otros los llaman textos y hasta artículos, como si la Biblia consistiera en unos estatutos). Lo más probable es que se trate de una
nueva andanada de los colegas de sir Francis Drake en el campo (o mar) semántico. Es sabido que nuestros hermanos anglosajones utilizan la misma palabra (verse) tanto para referirse a un verso, a un versículo o aun a toda una estrofa. Pero ya que en español tenemos más recursos en este caso, dejemos a un lado esas influencias empobrecedoras y llamemos a los versículos por su nombre.

Publicado originalmente en la revista SELECCIONES LITERARIAS

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