solofeMujer íntegra.

Leer Lucas 1:5-25. De este pasaje se desprende que Elisabet era del linaje de Aarón, de estirpe sacerdotal, casada también con un sacerdote. Había sido instruida en la fe y en la Palabra de Dios.

Su marido era el sacerdote Zacarías y se dice de los dos que eran ambos justos, v.6, delante de Dios y no solo en apariencia como en el caso de los fariseos, sino de corazón, sinceros. Eran irreprensibles en todos los mandatos de Dios, no solo sabían y conocían la Palabra de Dios, sino que andaban en ella, la obedecían. ¿Eres tú así, o solamente eres conocedora de la letra pero no hacedora de ella?

El problema.

El v.7 nos descubre que a pesar de su piedad, Elisabet ya entrada en años era esteril y no tenían hijos. Ya sabemos que para una mujer israelita era muy importante la descendencia y poder ser madre. Aquí nos muestra la imposibilidad humana de los acontecimientos que iban a ocurrir. Nadie sospechaba de los planes que el Señor tenía para ella.

Una visita divina.

Encontramos a Zacarías como cualquier otro día de su servicio en el templo, atendiendo al abastecimiento y quema del incienso. Entró en una habitación del templo donde estaba el candelabro, la mesa del pan y el altar con el incienso. En el altar estaba el fuego sagrado, y se echaba incienso sobre el fuego. Olía muy bien (Éxodo 30:34-38).

Le tocó por suerte, pero era la providencia de Dios que Zacarías fuera escogido para quemar el incienso, porque este ministerio le tocaba a un hombre una sola vez en su vida. Había muchos sacerdotes y estaban divididos en 24 secciones. Durante el año, excepto las fiestas principales, cada sección servía una semana cada vez, dos veces al año. Los sacerdotes que amaban su trabajo deseaban que llegara su semana de servicio sobre todas las cosas.

Antes del sacrificio de la mañana y después del sacrificio por la tarde, se quemaba incienso en el altar, como por así decirlo, los sacrificios subían envueltos en un olor de incienso fragante Éxodo 30:7-8.

Zacarías mientras cumple su deber con el incienso le aparece un ángel y le anuncia que su oración ha sido oída y que tendrá un hijo y llamará su nombre Juan, que significa “Jehová ha tenido gracia o misericordia). Zacarías y Elisabet creían en la oración y aunque eran mayores y ella estéril, todavía seguían orando por un hijo. Este hijo sería grande delante de Dios, no de los hombres. Esto lo necesitamos mucho, no preocuparnos tanto por ser algo en este mundo sino delante de Dios. Este niño tendrá el privilegio de presentar al Mesías al mundo, iría delante de él.

Incredulidad de Zacarías y fe de Elisabet.

Es curioso que Zacarías tenía la fe de continuar orando, pero cuando llega la respuesta no tiene fe para aceptarla. Mira a sus limitaciones en vez de mirar al gran poder de Dios v.18.

Su incredulidad produce silencio. ¿Quieres una señal? Te daré una señal, no vas a poder hablar, Lucas 1:62 implica que no podía oír tampoco.

Sin embargo Elisabet recibió la promesa con fe como muestra el v.25. y alaba al Señor por lo que ha hecho con ella. ¡Qué honor para Elisabet ser la madre del mayor de los profetas! Lucas 7:28. Se retira a un pueblecito en la serranía de Judá con su mudo esposo.

María visita a su prima Elisabet (Lucas 1:39-45).

Al cabo de seis meses Elisabet recibe una visita inesperada de María. Ella también tuvo una visita de un ángel anunciándole que sería la madre del Mesías, de Jesús v.34-37. No es de extrañar que María tuviera el deseo ferviente de visitar a Elisabet que acababa de tener una experiencia parecida, fue de prisa a la montaña.

En cuanto María pasó el umbral de la casa y saludó a Elisabet, el niño de Elisabet saltó de gozo y ella fue llena del Espíritu Santo.

Aquí vemos también la humildad de Elisabet que aun siendo mucho mayor en edad que María y era ella la que debería ser honrada y bendita por María, reconoce en la joven virgen que ella sería la madre del Salvador y por lo tanto la más bendita entre las mujeres v. 42-43.

Las dos creyeron el mensaje de los ángeles y las dos disfrutaron de comunión juntas durante tres meses. Seguro que hablarían y compartirían de las Escrituras. Que bueno es cuando las hermanas podemos juntarnos y compartir las bendiciones de Dios y hablar de sus promesas y de la Palabra de Dios. Cuantas veces las conversaciones que tenemos son mundanas y superficiales, por no decir muchas veces pecaminosas y chismosas. Huyamos de esas frivolidades y compartamos más de las obras de Dios.

La promesa cumplida del nacimiento de Juan.

Cumplido su tiempo el gozo de Elisabet se colma con el nacimiento de su hijo. A los 8 días como era la costumbre lo llevan al templo a circuncidarle y era costumbre que allí le pusieran el nombre delante de los familiares y amigos.

También era costumbre que llamaran a los hijos con el nombre de su padre, así que algunos ya le llamaban Zacarías, pero Elisabet se opuso. E insistió en llamarle Juan. Los familiares no lo entendían y por señas le preguntaron a Zacarías y él escribió para sorpresa de muchos que “Juan es su nombre”. Al instante fue abierta su boca, después de 9 meses de silencio, y empezó a bendecir a Dios con lo que conocemos como el “Benedictus”.

Bajo el cuidad de su madre, el niño crecía y se fortalecía en espíritu v.80.

Conclusión.

Qué ejemplo de mujer piadosa, íntegra y de fe. Elisabet se la ha conocido siempre como la madre del mayor de los hombres (Mateo 11:11). Pero lo más importante es la segunda parte del versículo, “que el más pequeño en el reino de los cielos, es mayor que él”.

¿Cómo es tu relación con el Señor? ¿Cómo es tu vida? ¿Eres una creyente de labios solamente? ¿Eres íntegra en cada poro de tu piel? ¿Eres una mujer de fe? Quiera el Señor en su misericordia darnos estas virtudes y vivir como vivió Elisabet.

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