testigoIntroducción.

En los dos estudios anteriores de María ya vimos todo lo referente a ella en el Antiguo Testamento y antes del nacimiento de Jesús. En el segundo estudio nos centramos más en la persona de María en el nacimiento de Jesús hasta el comienzo de su ministerio público, con las bodas de Caná.

En este tercer estudio acabaremos examinando todos los pasajes bíblicos que hablan de María y sacaremos algunas conclusiones prácticas para nuestras vidas.

María tuvo más hijos: Mateo 13:55-56; Marcos 6:3; Juan 7:3-5.

Aquí se mencionan claramente los nombres de los hermanos y hermanas de Jesús. Antes de la muerte de Jesús ni sus hermanos creían en él.

Por aquel entonces se supone que José ya ha muerto y Jesús, el hijo mayor lleva la responsabilidad del sustento familiar. Ya no le llaman el hijo del carpintero, sino el carpintero (Marcos 6:3).

En 1º de Corintios 9:5, se menciona que los hermanos de Jesús estaban casados.

En Gálatas 1:19, vemos que Jacobo era hermano de Jesús.

María estuvo muy ocupada criando y educando a sus hijos y enseñándoles el camino del Señor. Es una pena que aun conviviendo con el Señor que era un hermano y un hijo perfecto, sus hermanos no creían en él. Quizás podemos entender por celos o envidia, pero después de la resurrección, Jacobo llegó a ser el pastor de la iglesia en Jerusalén (Hechos 15)

María con la multitud: Mateo 12:46-50; Marcos 3:31-35; Lucas 8:19-21; Lucas 11:27-28.

María y sobre todo los hermanos de Jesús que no creían en él, pensaban que quizás su hermano había perdido la cabeza. Se dirigieron donde él estaba enseñando a la gente con el fin de llevarlo a casa con ellos y cuidarle. Oyeron a algunos de los escribas que decían que Jesús era un endemoniado (Marcos 3:22). Es en ese momento que vienen a por él.

Ante la noticia de que su madre y sus hermanos estaban fuera buscándole, él contestó mirando a los que estaban sentados alrededor de él: “He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3:33-35).

Es bien claro que Jesús mismo antepone la relación espiritual a la carnal. Quizás esa fue otra estocada para el corazón de María. Claro que Jesús la quería, pero era más importante para él aquellos que creen en él y le siguen que su propia familia. Quizás a ella le costaba entender que esa era la voluntad de Dios para su hijo, pero lo tuvo que aprender.

En Lucas 11:27-28, alguien quiere darle preeminencia o importancia a María, la madre de Jesús, por haberle amamantado, pero de nuevo Jesús da un giro al comentario v. 28 “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan”.

María junto a la cruz: Juan 19:25-27.

A María le quedaba lo peor por pasar. Cuando llegó el momento de la muerte y crucifixión de Jesús, sería el momento más doloroso y desgarrador para ella con el corazón roto de ver a su hijo, insultado, maltratado, burlado y crucificado en una cruz injustamente. Se sentiría muy impotente al no poder socorrerle o aliviar en lo más mínimo sus sufrimientos. Su hijo mayor, el Prometido de Dios estaba agonizando en una cruz delante de sus ojos.

Jesús en medio de la agonía tiene unas palabras para su madre, y quiso consolarla: “Mujer, he ahí tu hijo. Después le dice a Juan: He ahí tu madre” Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

¿Por qué le dijo eso Jesús a María si Juan no era su hijo y además como hemos visto María tenía más hijos? Es claro que los hermanos de Jesús no creían en él y quería que su madre estuviera con alguien que fuera creyente para cuidarla. Vemos otra vez como Jesús antepone la relación espiritual a la carnal.

Para María sería un alivio y consuelo el ser cuidada por Juan hasta su muerte. Y Juan se hace cargo de sus necesidades y la acoge en su casa al instante como obediencia a su Señor, sin dilación.

María en el aposento alto: Hechos 1:14.

Este es el último versículo en toda la Biblia que se menciona o nos habla de María. Aquí la vemos después de la resurrección de Jesús y de su ascensión a los cielos. Ella está con el resto de los 120 creyentes orando con los apóstoles y los hermanos de Jesús, que se ve que después de resucitar creyeron en él. Ora como uno más de los creyentes y vive vida de iglesia como cualquier creyente. No se le da más importancia ni preeminencia por ser la madre de Jesús.

Conclusión y aplicación.

Aquí desaparece María con su sencillez y fidelidad a las enseñanzas de su hijo. Ella fue testigo de Pentecostés, de la venida del Espíritu Santo y de la predicación de Pedro y la conversión de 300 personas en Jerusalén. María se dedica de nuevo a Dios, y lo hace sin pretensiones de ninguna clase; simplemente toma su lugar entre otros que oran y buscan servir al Señor.

Fue una mujer de fe, que como dije en los estudios anteriores para nosotras debe de ser un ejemplo de esposa fiel, madre buena y sobre todo fiel creyente y temerosa de Dios. Ha demostrado en su vida lo que dijo cuando le fue anunciada la venida del Masías: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38).

Pero, a la luz de todos los pasajes y versículos que hemos estudiado, ninguno nos da pie para pensar o tratarla de manera especial ni ponerla en una posición que ni su hijo, ni los apóstoles, ni la iglesia primitiva la pusieron.

También hay mucha gente que piensa en lo bueno que hubiera sido ser la madre del Salvador y poder disfrutar del gozo de tener a Jesús cerca. Pero ese gozo se puede disfrutar de igual manera, porque recordar las palabras de Jesús cuando dijo a la multitud: “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3:33-35).

Si tú quieres ser de la familia de Jesús, cree en él, acepta su sacrificio en la cruz por ti, porque “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

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