(MATEO 15:21-28; MARCOS 7:24-30)
Introducción
Jesús había estado muy ocupado ministrando a la gente y haciendo muchos milagros. Había mucha presión sobre él desde muchos frentes. Algunos querían hacerle rey, luego estaba Herodes el que mató a Juan que también quería coger a Jesús para matarle. Estaban los escribas y fariseos (Mateo 15:1-20), que intentan pillarle en cualquier error de doctrina. Luego están las multitudes que le seguían y no le dejaban descansar. Quiso apartarse e ir al otro lado del mar de Galilea (14:22), subió a un monte (14:23), después fue a Genesaret y otra multitud le siguió. Se encontraba cansado y quería apartarse a un lugar tranquilo con sus apóstoles por eso fue a la región de Tiro y Sidón, así que dejó la tierra de Israel para ir a tierra de gentiles. En Marcos 7:24 nos dice que Jesús no quería que nadie supiese que estaba allí Él no fue allí a ministrar porque como ya veremos más adelante, su misión era a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Sin embargo la gente de Tiro y Sidón habían oído de Él y muchos vinieron a que les sanara (Marcos 3:8). Creo que muchas de estas personas creyeron en él. En Mateo 11:21 dice que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que hizo en Israel, se hubieran arrepentido mucho antes que ellos.
La mujer sirofenicia y su problema
Aquí es donde aparece una mujer cananea, sirofenicia, una griega, Marcos dice que era extranjera. Este término se usaba para diferenciar a los gentiles de los judíos. Ella era gentil. Los habitantes de Tiro y Sidón eran dados a la idolatría y no se llevaban muy bien con los judíos. No sabemos ni su nombre ni el de su marido ni el de su hija.
Aparece como una madre que sufre por la aflicción de tener una hija poseída por un demonio. Seguro que tenía cierto conocimiento de Jesús por como se dirige hacia Él v.22, “Señor, Hijo de David”. Le pide misericordia porque estaba atormentada y apenada por el problema de su hija.
La gran fe de la mujer
Este pasaje es una ilustración de una fe que salva. En Mateo 8:5-13, Jesús por primera vez le dice a alguien, a un centurión romano que tenía mucha fe. Y aquí a la mujer también le dice que su fe es grande. Es interesante que los dos, tanto el centurión como la mujer ninguno son judíos, sino gentiles.
Esta mujer no está en el pacto, es una pecadora pagana. Ella viene sin derechos ni privilegios, lo contrario de los judíos, somos hijos de Abraham, hijos del pacto.
Está desilusionada de sus ídolos, no son capaces de ayudarla en su necesidad, por lo tanto viene a Jesús creyendo en su corazón que Él sí puede ayudarla. Jesús le dice que su fe era grande ¿por qué?
1) Su fe era grande porque tenía tan poco sobre lo cual podía construirla. En otras palabras, era pagana, fuera del pacto, de la ley, de las Escrituras, y en una región fuera de Israel. Por lo tanto basada en la cantidad de información que tenía, su fe era grande. No como los judíos que tenían todo, las promesas, la Palabra de Dios, los profetas, etc. Sin embargo, o no tenían fe o su fe era muy pequeña para toda la información que tenían.
Aquí hay mujeres con mucho conocimiento de la Palabra y otras con muy poco, os quiero preguntar ¿cómo es tu fe? Cuanto más conocimiento tengas, mayor debería ser tu fe, pero ¿es así? O sigues con una fe débil y fluctuante.
Esta mujer puso su fe en la persona correcta, esta es la primera característica de la gran fe. Puso su fe en el objeto correcto.
2) En esa grande fe hay un elemento de arrepentimiento. En 1ª Tesalonicenses 1:9, Pablo les dice “os convertisteis de los ídolos a Dios”, es dar un giro de dirección. Es volverse del pecado a Dios. Ella gritaba “Ten misericordia de mí”, ¿qué significa misericordia? Estoy aquí a pesar de que no merezco nada. El que busca misericordia tiene un sentido de indignidad. Ella no demanda nada, al revés, viene buscando misericordia, no lo merece.
Spurgeon dijo que “el arrepentimiento es el acompañante inseparable de la fe. No hay un verdadero arrepentimiento que no venga de una fe en Cristo, y no hay una fe verdadera en Cristo que no esté teñida con arrepentimiento”. La fe y el arrepentimiento van juntos de la mano.
La mujer tiene una gran fe, que implica arrepentimiento también. “No soy digna, ten misericordia de mi”. Le llama y le reconoce como el rey y le trata como tal con reverencia.
Nosotros los cristianos tenemos que cuidarnos de cómo tratamos el nombre de Jesús o Dios. A veces lo hacemos irreverentemente, cuidado con no tomar su nombre en vano.
Los impedimentos de Jesús
Jesús puso algunas barreras a esta mujer. Jesús que jamás rechazó a nadie ante una petición de misericordia, no le responde, ni una palabra v.23. ¿Es que acaso Jesús no entendía? ¡Claro que sí! ¿Es que acaso Jesús no veía la fe de esta mujer? ¡Pues claro que sí! ¡Jesús es Dios! Él sabía el dolor y la fe de esta mujer. Jesús está probando a la mujer.
La mujer ni siquiera ha traído a su hija. Ella sabe que Jesús tiene poder para sanar aún en la distancia, Sin embargo Él permanece en silencio. ¿Por qué no dijo nada?
Jesús estaba cansado de tanta superficialidad, de tanta fe falsa, de que la gente consiguiera lo que quería en cuanto a milagros y luego marcharse. Él quería probar y fortalecer la fe de esta mujer. Recordar lo que dice en Lucas 13:24; que la puerta es estrecha y muchos se esfuerzan por entrar”. Jesús quiere demostrar en esta mujer lo que es una fe verdadera.
Pero la mujer seguía tras ellos gritando misericordia y los discípulos no aguantan más. Le dicen al Señor v. 23 que hiciera algo rápido porque les molesta. La respuesta del Señor revela una de las razones de su silencio v. 24, hay un orden en mi ministerio, primero debo ir a las ovejas perdidas de Israel, ¿quiénes eran? Los judíos, el pueblo de Israel. Por lo tanto primero a los judíos y luego al mundo gentil. Es como si le dijera a la mujer “Lo siento, señora, tú no eres judía. Vete no nos importan tus necesidades”. Pero el Señor nunca actuó así con nadie antes, ¡qué afirmación más extraña!
¿Qué quería decir? Él está diciendo en primer lugar que su plan está todavía cumpliéndose. No ha rechazado a Israel todavía, a pesar de su dureza de corazón, todavía les llama al arrepentimiento. Mi tiempo para los gentiles todavía no ha llegado, tengo que ir primero a Israel, a las ovejas perdidas.
Jesús quería que sus apóstoles supieran esto y lo tuvieran claro, pero para la mujer fue una bofetada. Para algunos esto hubiera sido suficiente para irse y buscarse otro dios, pero para la mujer no, tenía gran fe, y perseveró.
Ella reaccionó con adoración y humildad v. 25, se postró ante Él, literalmente se postró al suelo con el rostro tocando el suelo, en señal de adoración y humildad. No se da por vencida y le suplica ayuda para su hija.
Esto es una búsqueda sincera y verdadera, cuando nos humillamos ante Él suplicando, ella no discute con Él, solo se humilla, no hay orgullo en su corazón. Hay una dependencia absoluta de él, eso es otra característica de la gran fe.
Ahora Jesús le pone otra barrera, v.26, “Deja que los hijos coman primero. No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros”, le está llamando ¡perro! ¿Está Jesús en verdad intentando ayudar a esta mujer o no? ¡Por supuesto que sí! La palabra que usa para perro no es despectiva, sino familiar, se refiere a un perrito, como una mascota familiar.
Él está probando su fe. Ella es inteligente, no se hunde, sino que le contesta v. 27, “Sí, Señor; pero hasta los perros comen migajas que caen de la mesa de su amos”, es persistente. Esta es otra de las características de la gran fe, es persistente, no se desanima a la primera de cambio. Está decidida a no aceptar un ¡no! Por respuesta.
Ella no discute, acepta ese orden, primero los judíos, pero después los gentiles como ella. Por eso admite que puede comer las migajas que caen de la mesa. Las promesas y el plan de salvación hechas a Israel, tienen una aplicación sobre los gentiles.
Esta mujer no había pedido una barra entera de pan, solo las migajas que caían al suelo. Jesús vio el ahínco y la fe de esta mujer.
La petición respondida
Jesús al ver esa fe tan grande, esa perseverancia, esa paciencia, le dijo “hágase contigo como quieras”. Es como si Jesús hubiera dicho “me has conquistado”. Y desde aquella misma hora su hija sanó. Jesús no necesita estar presente con los enfermos, o tacar al enfermo, no. Con su sola palabra ya tiene el poder para hacer los milagros.
La prueba resultó en triunfo. Esta mujer se abrió paso a todos los impedimentos que Jesús mismo le puso. Al regresar a su casa vio a su hija sana y totalmente cuerda.
Los discípulos empezaron a entender que la piedad y misericordia divina es más grande que las fronteras raciales y que la salvación de Cristo es para todos.
Aprendamos también de esta mujer a perseverar en la oración e interceder por aquellos que lo necesitan, sea físicamente por alguna dolencia o enfermedad o espiritualmente.
¿Cómo es tu fe? Quiera el Señor que cuando estemos en su presencia nos reconozca como a esta mujer por ser creyentes que tienen una gran fe.