mujerninaINTRODUCCIÓN

Es un tema muy amplio y no quiero ni centrarme en un aspecto únicamente ni generalizar tanto que todo quede muy vago.

Así que, con la ayuda del Señor espero tratar el tema lo más claro y profundo que me sea posible.

Puesto que hay muchas áreas de la mujer cristiana en el hogar, he intentado clasificarlas en diferentes bloques por orden de prioridad a la luz de la Biblia.

En primer lugar y para centrarnos en el tema me gustaría que leyéramos un pasaje de la Biblia que nos habla y nos ilustra cómo debe ser la mujer cristiana en todos sus aspectos, y el pasaje por excelencia es Proverbios 31:10-31, nos iremos refiriendo a él de manera regular.

Los hogares hoy día están muy perdidos y desestructurados. Muchos de ellos son meras pensiones. Las relaciones de pareja son muy inestables y los hijos sufren las consecuencias de toda esta inestabilidad. Por lo tanto necesitamos hogares cristianos, que se note la diferencia con el mundo. Que no nos engañe la sociedad con el modelo de hogar que nos quieren imponer, hoy día todo vale, pero como vamos a ver para el Señor no todo vale, y Él nos ha dejado su voluntad de cómo quiere que sean nuestros hogares, y el modelo de familia que le agrada.

LA MUJER Y SU SEÑOR

Si el tema es “la mujer cristiana en el hogar” entonces tenemos que empezar por nosotras mismas, porque nuestro hogar será un reflejo de lo que somos en realidad.

Es necesario establecer lo que la mujer es, o debe de ser, antes de hablar acerca de lo que hace, porque lo que hacemos procede de lo que somos. De ahí la importancia de tener bien claro lo que somos y, sobre todo, como creyentes, quiénes somos en Cristo. Somos mujeres redimidas para ser libres y completas, mujeres en el sentido más pleno de la palabra. Hemos sido perdonadas y cambiadas por el Espíritu Santo, y seguimos siendo transformadas a la imagen de nuestro Señor Jesucristo.

Por lo tanto la primera prioridad de la mujer cristiana en el hogar es su Señor y su relación con Él. No podemos formar un hogar cristiano si nosotros no estamos bien con el Señor. Jesús nos dijo:”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. No importa si tienes familia, si eres soltera o viuda o divorciada, tu prioridad en tu vida es Dios mismo y si tu amor hacia Él es con todo tu ser.

Ahora bien ¿cómo mantener y fomentar esa relación con el Señor? Lo sabemos todas de memoria ¿verdad? Debemos cuidar esa devoción a Dios cada día de nuestra vida ¿cómo?:

1. Debemos leer la Biblia cada día.

2. Debemos orar y estar en comunión con el Señor cada día.

No me cansaré de insistir en este tema, si no tienes un tiempo a solas con tu Señor diariamente, tu vida espiritual va a decaer y flaquear. No estoy hablando ahora de si oras con tu marido o con tus hijos, estoy hablando de ti misma a solas con tu Señor. Debemos derramar nuestro corazón al Señor, quizás hay cosas o tentaciones que ni siquiera puedes compartir con tu marido, pero sí con el Señor. Debemos buscar esa devoción a Dios y ser conscientes de su presencia en nuestra vida.

Sé que vivimos una vida moderna muy agitada, con prisas, con stress, a veces no nos alcanzan las 24 horas del día. Se entra se sale, se batalla con los hijos, se come, se ve la televisión, ir al trabajo (quien trabaje fuera de casa), hay fiestas y actividades que realizar, deportes, salidas etc. Y miles de cosas más que no dejan tiempo absolutamente para nada.

Bueno, pues si es así tienes que sacar tiempo para lo más importante, para que el motor de tu hogar siga funcionando y para que el día lo empieces poniéndolo delante del Señor y poniendo tu vida y tu corazón en sus manos. Si tienes que levantarte antes, pues te levantas, pero no seas negligente en tu devoción a Dios. Muchas veces si lo dejas por la noche, estarás muy cansada y lo dejarás para mañana y quizás mañana nunca llega.

Hay algunos cristianos que dicen que ellos solo oran cuando lo sienten, ¡qué engaño del diablo! Si es así seguro que nunca oraríamos. Acordaros de Daniel que tenía como costumbre orar tres veces al día, era una buena costumbre. Las costumbres no tienen por que ser malas, al revés, hay costumbres que son buenísimas y debiéramos practicarlas, como el tiempo devocional diario.

Fallamos mucho en esto por culpa del diablo, pero no nos engañemos también es por nuestro propio pecado y por nuestra negligencia. Fijaros que una de las cualidades de la mujer de Proverbios es que teme a Jehová, ese temor viene de su relación con Él y del conocimiento de su Palabra. En el v. 26 dice que “Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua”, ¿cómo puede ser esto? Porque el principio de la sabiduría es el temor a Jehová, y ¿cómo puede tener la ley de clemencia en su lengua?, porque la lee, indaga en la Palabra de Dios y la memoriza y la guarda en su corazón. Para ello se necesita disciplina, tiempo y constancia.

LA MUJER Y SU MARIDO

La prioridad de la mujer después del Señor es su marido y no sus hijos. Dios ha hecho del matrimonio la relación que más une (Génesis 2:24) “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Dios hizo a la mujer con el propósito de ser “ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). La Biblia deja claro que este propósito divino en la creación de la mujer en ninguna manera la hace a ella ser un ser inferior. La mujer cristiana debe ser una ayuda a su marido físicamente, emocionalmente, mentalmente y espiritualmente. Ella es el complemento del hombre. Ella debe ser su ánimo y la que le conforta. Cuidado porque la mujer puede hacer o deshacer al hombre: “La mujer virtuosa es corona de su marido; mas la mala, como carcoma en sus huesos” (Proverbios 12:4).

Según la mujer virtuosa de Proverbios 31 “el corazón de su marido está en ella confiado” v.11, “Le da ella bien y no mal todos los días de su vida” v.12, “su marido también la alaba” v.28.

Vemos aquí una mujer que ama a su marido, que le es fiel, que busca su bien, le hace sentir importante. Ahora bien cómo se pone todo esto en práctica:

1. Respetándole y bendiciéndole.

2. No le critiques ni le ridiculices.

3. Sé agradecida.

4. Dile lo que admiras de él y dile que le amas. Estamos muy equivocadas cuando pensamos que los hombres no necesitan oír que les queremos.

5. Pon atención a los pequeños detalles, algún regalo inesperado, alguna cena sorpresa etc.

6. Arréglate para él, no descuides tu aspecto físico.

7. Busca tiempo para estar a solas con él. Cuando vienen los niños intenta pasar tiempo con él en intimidad. Hemos de invertir tiempo en nuestra pareja a lo largo de la vida, en todas las etapas del matrimonio, desde el principio. Si nos volcamos en nuestros hijos como lo más importante de nuestra casa, lo pasaremos mal cuando llegue el tiempo del nido vacío, por eso debemos lograr una unidad y acoplamiento para poder disfrutar de la convivencia en la madurez. Tenemos toda una vida para trabajar la relación, para disfrutar de nuestra pareja a lo largo del matrimonio hasta que los dos seamos viejecitos. Una de las imágenes más hermosas para mí es ver a una pareja de ancianos paseando cogidos de la mano.

8. Y por último y no por eso lo menos importante, porque justamente para mí es lo más importante, ora por él y con él. Leamos en Efesios 4:26: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Mirad, yo siempre pongo este ejemplo, si hay alguna discusión o pelea, que las hay entre la pareja, seamos sinceras, ¿cómo se solucionan? Me diréis que aplicando el versículo que acabamos de leer, pero ¿cómo, si estamos enfadados? En mi propia vida la mejor manera es tener la costumbre de orar los dos juntos y así a la fuerza tenemos que hacer las paces o hablar el asunto y arreglarlo antes de orar. Nos ha funcionado y es una de las costumbres que más han influido en mi vida y en mi matrimonio para que funcione. Yo sé que es difícil empezar si no tienes esa costumbre, pero sería bueno que lo hablaras con tu pareja y buscarais un tiempo de leer la Biblia y orar juntos cada día. Nosotros antes de casarnos cuando ya estábamos comprometidos y estábamos en el colegio bíblico decidimos empezar a orar juntos y comenzar cada día poniendo al Señor primero y encomendando nuestras vidas y las de nuestras hijas e iglesia en manos de Dios. ¡No tiene precio! Descubrimos la Palabra de Dios juntos, comentamos las obras de Dios y oramos a Dios por los asuntos o problemas familiares o de iglesia. Sería muy bueno tener un directorio de iglesia, no solo por tener las direcciones y teléfonos de los hermanos que es muy práctico, sino por orar por ellos de manera regular y así no se nos olvida nadie. Estamos construyendo nuestro hogar sobre la roca, que es Cristo y su Palabra.

Me gustaría también mencionar el tema de la “sumisión”, leemos en Efesios 5:22:”Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (Colosenses 3:18); “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (1ª Pedro 3:1).

Sé que no es un tema muy bien recibido hoy día en la sociedad, y que cuando lo tratamos con gente inconversa se sorprende de que todavía sigamos creyendo este tipo de conducta. Pero para nosotras, mujeres cristianas, este es el mandato del Señor. Sé que es un tema complicado, pero hay que ponerlo en práctica. También pienso que muchas veces se ha malinterpretado y muchos hombres han sido machistas o déspotas con sus mujeres usando este principio como excusa. Quiero dejar claro que sumisión no es subyugación. Es un asunto que tiene que ver con los diferentes roles dados por Dios al hombre y a la mujer. El hombre es nuestra cabeza como Cristo es la cabeza de la iglesia, y por lo tanto, este asunto de la sumisión tiene que darse cuando hay una situación difícil, donde después de hablar y orar los dos juntos, aun así no se llega a un acuerdo, y por lo tanto, la mujer por obediencia al Señor se somete voluntariamente a la decisión de su marido.

Otro tema que es crucial y quizás necesitaríamos un sábado entero para tratarlo, son las relaciones sexuales con nuestro marido. El objetivo principal del matrimonio instituido por Dios en un principio era para darse compañía, ayuda idónea, y que los dos fueran una sola carne, no era la de tener hijos, eso era el fruto. Muchas mujeres con el paso de los años se piensan que esta área no es tan importante, y es verdad, no lo es, ¡es crucial! No solo eres la ayuda idónea, su compañera, su mejor amiga, sino que debes ser su amante. Tu cuerpo no te pertenece, le pertenece a él. Leamos 1º Corintios 7:3-5:”El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”. Muchos matrimonios se han roto por no cuidar la relación sexual, y muchos han caído en adulterio por descuidar esta área. Por lo tanto cuidar y disfrutar de la relación sexual. Es una bendición cuando sentimos que después de años de matrimonio los dos nos seguimos deseando, ¡a pesar de nuestros kilos de más y de nuestras arrugas!

LA MUJER Y SUS HIJOS

¿Qué son los hijos? Salmo 127:3 “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima, el fruto del vientre”. Los hijos son una bendición, no los conviertas en una molestia. Oigo muchas veces comentarios de madres sobre sus hijos tales como:”Ya me tiene harta, si no hubiera nacido”, “¿Y ahora que hago con él? Me ha destrozado mi vida y mi futuro”, “¡Qué asco de vacaciones, ahora tengo que cargar con él y aguantarlo todo el verano!”. Creo que sobran las explicaciones.

Los hijos son herencia de Dios, son una bendición aunque nos den muchos problemas. Deben ser muy preciosos e importantes para ti, y por lo tanto si eso es así entonces:

1. Edúcalos y disciplínalos según nos enseña la Palabra de Dios. Ser madre es algo maravilloso. No hay gozo como el de tener a un bebé en brazos que ha salido de tus entrañas, darle el pecho, cuidarle etc. Es un gozo educarle en los caminos del Señor, ver cómo va aprendiendo y como va razonando. Disfrutamos en el parque con nuestros hijos cuando juegan con otros niños. Cuando cumplen años y la casa se nos llena de niños. Estamos contentas cuando van a la iglesia y a campamentos cristianos etc. Nos sentimos orgullosas de ser madres. En esta área de los hijos, la madre es la que está íntimamente involucrada en el cuidado de los hijos.

2. Pasa tiempo con ellos. Nosotras las que seamos madres, necesitamos pasar todo el tiempo posible con nuestros hijos antes de que tengan 7 años cuando sus caracteres ya están formados. Son años preciosos para poner el fundamento de sus vidas antes de que el mundo los invada. Por supuesto cada etapa de nuestros hijos es importante y tiene sus necesidades concretas, que tenemos que ser conscientes a la hora de tratarlos. No es lo mismo una disciplina o castigo a los tres años que a los 16 años. Tenemos que pasar tiempo con ellos, en intimidad, sentarnos a la mesa a la hora de comer sin prisas, sin televisión y conversar, compartir el día, qué tal el colegio, con sus amigos etc. Hoy día muchas madres trabajan fuera de casa y los niños llegan a casa del colegio y no hay nadie, les llaman los niños llave y pasan muchas horas solos sin relación y sin control. Intenta dentro de lo posible que no sea así con tus hijos.

3. Es muy importante controlar lo que hacen y lo que ven. Muchas veces si estamos muy ocupadas los ponemos delante del televisor para que no nos molesten, pero no sabemos ni lo que ven ni lo que escuchan. Hoy día quizás sea el ordenador, pasan mucho tiempo frente a él y no sabemos dónde se meten y lo que hacen. Siéntate con ellos y elige los programas que quieren ver, y si se ponen al ordenador no los dejes solos, que el ordenador nunca esté en su cuarto, sino en el salón donde puedas ir y ver y controlar lo que hacen y dónde se meten.

4. Sé ejemplo. No nos podemos imaginar el impacto que deja el buen o mal ejemplo en los hijos. Se puede hablar mucho y dialogar, pero si el ejemplo no concuerda con lo que confesamos, veremos como nuestro hogar se convierte en ruinas. ¡Qué triste es ver a padres que saben mucho de la Escritura, saben mucho de cómo actuar, pero su vida y su ejemplo es la peor influencia para los demás miembros de la familia! ¡Qué Dios nos libre de ser así!

5. Déjalos marchar. Debemos instruir a nuestros hijos y equiparlos de modo que cuando hayan crecido puedan dejar nuestros hogares para llevar vidas productivas y piadosas propias. Sabéis del síndrome del nido vacío, que mencioné anteriormente, y los problemas que esto ha acarreado a muchas mujeres, pero no vivimos para nuestros hijos, vivimos para glorificar a Dios. Dios nos los ha prestado durante algunos años para que los instruyamos, pero tienen que irse y dejar el hogar tarde o temprano para formar ellos mismos su propio hogar. Si hemos idolatrado a nuestros hijos y los hemos hecho el centro de nuestras vidas, entonces cuando se vayan quedaremos sin objeto y vacías de propósito. Si hemos hecho nuestros deberes fielmente al criarlos, no tendremos miedo de verlos madurar y de que dejen nuestro nido. Hay que aprender a soltarlos y dejarlos ir, con todas las consecuencias. En Proverbios a la mujer virtuosa, sus hijos la llaman bienaventurada, es de los mejores piropos que nos puedan decir nuestros hijos.

6. Por último, me gusta dejar para el final lo más importante. Enséñales lo más importante para sus vidas. La Biblia nos enseña claramente que los padres son los responsables de la educación espiritual de sus hijos (Efesios 6:4; Deuteronomio 6:6-7):”Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Lee la Palabra de Dios con ellos, ora con ellos, ora por sus necesidades, cuando tienen exámenes, cuando se han enfado con algún amigo/a, cuando tienen miedos o temores por algo. Consuélales con la Palabra de Dios y muéstrales la maravilla del evangelio y del amor de Dios por ellos. El hogar debe ser el lugar donde la fe puede nacer y ser alimentada, donde la genuina fe puede pasarse de una generación a otra. Cuando leemos biografías de grandes hombres o mujeres de Dios, vemos la influencia que tuvieron sus madres sobre ellos, enseñándoles la Palabra y orando con ellos y por ellos diariamente. Acordaros de Timoteo como su madre Eunice y su abuela Loida le enseñaron las Sagradas Escrituras desde la niñez:”Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2º Timoteo 1:5; 3:14-15). Nunca es pronto para empezar, ya desde la barriguita podéis contarle y hablarle del Señor, cantarle canciones y orar por ellos. Hace ya algunos años, en una reunión de pastores, salió el tema de tener un tiempo devocional o de enseñanza o como lo queráis llamar, con los hijos, y para sorpresa y tristeza a la vez, de unos 12 ó 15 pastores que había, solo 2 ó 3 tenían este tiempo devocional con sus hijos! ¿Qué nos está pasando? Si los propios pastores no dan ejemplo en esto a sus congregaciones ¿qué esperamos de los demás? Si no estáis enseñando a vuestros hijos la Palabra de Dios, Dios os va a pedir cuentas y estáis perdiendo los años más preciosos de ellos, y luego ya no hay marcha atrás. ¡Orad con vuestros hijos! Es la mejor manera en que podemos pasar tiempo con ellos y enseñarles a orar. ¡Que Dios nos ayude en esta tarea!

LA MUJER Y SU CASA

La Palabra de Dios nos habla de que las mujeres deben ser “cuidadosas de su casa” (Tito 2:4-5), pero en el original se puede traducir como “amadoras del hogar”. La mujer no solo vive en una casa con su familia, la mujer “hace hogar”. Podemos tener la idea de que las cosas de la casa no tienen nada que ver con la fe, pero es en el marco hogareño donde ocurren las relaciones verdaderamente espirituales en la vida. La influencia más duradera en la vida de las futuras generaciones procede del hogar y de las madres. En Proverbios dice que la mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba (Proverbios 14:1).

Nuestro hogar debería ser:

1. Un hogar placentero. Un hogar placentero debería estar lleno de alegría y hermosura, la hermosura de la santidad. Nuestro hogar debe reflejar la bondad y la gloria de Dios. Hay casas que por fuera son hermosas, pero están llenas de personas infelices ¿es tu hogar un lugar agradable para la familia? ¿hay un ambiente de paz? ¿o por el contrario hay peleas, reproches, críticas, irritabilidad etc.? Debemos comprender que las mujeres ejercemos un gran impacto sobre nuestros hogares para bien o para mal (Proverbios 15:16-17; 21:19):”Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación. Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio” “Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda”. La mayor parte de las disputas o riñas son fruto de la amargura y de un espíritu crítico. Cuando va gente a tu casa ¿se sienten a gusto, relajados, confortados o por el contrario, están deseando de irse?

2. Un hogar limpio y ordenado. Un hogar limpio y ordenado desde luego contribuye a una vida agradable. Nos encanta ver la ropa planchada y colgada en el armario. Pero un hogar limpio en exceso de meticulosidad no es placentero. Si entras y parece que no puedes pisar o tocar nada, está bien lejos de ser un lugar relajante y en el que se pueda disfrutar. Los hogares no son museos, sino que son para disfrutarlos. No hagas de la limpieza una tortura para la familia.

A las mujeres nos encantan las plantas y las flores. Disfrutamos cuando vemos la mesa bien puesta, y cuando vemos a nuestra familia o amigos comer con gusto lo que hemos cocinado. Nos encanta conversar y sentarnos con alguna amiga o amigas con una buena taza de café.

Tal vez te acuerdas de aquellos tiempos en que tu madre hacía pan casero ¡qué olor tan bueno llenaba la cocina y toda la casa! Hoy día la gente lo prefiere hecho en fábrica o congelado. Hasta no hace mucho tiempo casi todo era casero, se cosía la ropa en casa, se hacían comidas caseras y no precocinadas, se hacían mermeladas, bizcochos, pasteles etc. Ahora quedan muy pocas cosas caseras. Todo se hace en serie, en grandes cantidades y con muchos conservantes. Creo que en esta área hemos perdido muchas cosas buenas que deberíamos de retomar (Proverbios 31:15):”Se levanta aun de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas”.

3. Un hogar hospitalario. En 1ª Timoteo 5:10:”… que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra”, las viudas lavaron los pies de los santos. Eso es hospitalidad, “buena acogida y recibimiento que se hace a los extranjeros o visitantes”, en otras palabras tener tu casa abierta y dispuesta a recibir a quien lo necesite. Es un área sin precio para practicar el amor y el testimonio cristiano. Mucha gente piensa que el ser hospitalarios es tener que preparar grandes comidas o banquetes, pero no es así, es dedicar tiempo y recibir en nuestro hogar a un hermano o hermana, o alguna persona que ni siquiera conocemos para hablar, consolar, testificar. Es muy triste ver cómo hay mujeres que nunca ofrecen su casa para reuniones o para recibir a alguien. Creo que casi todos los domingos en mi casa hay alguien a comer, y siempre que hemos tenido hermanos que se han quedado en casa a dormir hemos sido bendecidos. Creo que es un privilegio tener nuestros hogares dispuestos para ayudar a los demás (Proverbios 31:20):”Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso”.

CONCLUSIÓN

Tenemos que ser mujeres sabias que edificamos nuestras casas (Proverbios 14:1). El ministerio de la mujer ha de centrarse en primer lugar en su hogar. Todo el pasaje de Proverbios 31:10-31, nos habla del equilibrio en la vida de la mujer. Dios nos ha hecho maravillosas, polifacéticas, prácticas, soñadoras, hábiles etc. Estos versículos forman un poema acróstico. La primera letra de cada versículo corresponde a las letras del alfabeto hebreo.

¡Mujer virtuosa! Contemplemos la personalidad de esta mujer. Es activa, voluntariosa, habilidosa y artista, generosa, caritativa, previsora, emprendedora, cuidadosa de su aspecto, sabia y misericordiosa. Pero la cualidad más maravillosa que tiene es que teme a Jehová, y ese es el principio de la sabiduría. Esta mujer virtuosa tiene todo un abanico de cualidades.

No quiero que nos deprimamos al ver que no tenemos las mismas cualidades que esta mujer. El Señor te ha creado como eres y eso no lo podemos cambiar, pero sí podemos poner los cimientos de nuestro carácter que es el temor a Jehová. Dios no se preocupa tanto de lo de afuera sino de tu espíritu interior. Lo que Dios valora en una mujer es un carácter afable y apacible (1ª Pedro 3:1-4). Fijaros que aquí Pedro está enseñando que la mujer tiene que ser decorosa, casta y respetuosa en su conducta, y modesta en su adorno. Dios mira el corazón y lo que realmente interesa es que reflejemos el carácter de Cristo. Pedro no describe la moda. La moda va cambiando, pero cada una sabe lo que es modesto o no. Quizás nunca hemos reflexionado en este asunto de la ropa, o no se habla mucho en las iglesias, pero incluso Dios se preocupa de cómo quiere que nos vistamos. Por lo tanto no le demos tanta importancia a lo externo sino al espíritu interno.

Según el diccionario “el carácter es el conjunto de cualidades psíquicas y afectivas, heredadas o adquiridas, que condicionan la conducta de cada ser humano distinguiéndole de los demás”. El carácter es lo que somos, los rasgos que definen nuestra personalidad. Lo que hacemos procede de lo que somos, es decir, actuamos de acuerdo a la clase de persona que somos.

A los ojos de Dios, nuestro carácter, nuestra estatura espiritual, es mucho más importante que las grandes cosas que podamos hacer. El carácter cristiano es humilde, manso, justo, misericordioso y limpio de corazón. El carácter básico de la mujer es entrega, sacrificio, ternura, comprensión y compasión.

Ahora bien, y para acabar ¿cómo se forma un carácter cristiano en la mujer? Buscando a Dios cada día, y obedeciéndole. No hay recetas mágicas, ni hay nada nuevo que se haya descubierto en el mundo cristiano, sigue siendo como siempre ha sido. Orad y velad, leer las Escrituras, aprenderlas, derramar vuestro corazón al Señor cada día y esa es la escuela mejor (la de las rodillas) para que el Señor obre y siga obrando en nuestras vidas.

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