descargaSu nombre y familia

En ninguno de estos dos pasajes en Mateo y Marcos se menciona el nombre de esta mujer. Solo nos dice que era la madre de los hijos de Zebedeo v. 20. Sus hijos eran Jacobo y Juan. Entonces ¿por qué digo que se llamaba Salomé? Porque leyendo los evangelios nos da la clave y nos descubre su nombre. Leamos en Mateo 27:56, aquí nos dice que estaban junto a Jesús en su muerte María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. En Marcos 15:40-41 nos dice que estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé. En Marcos 16:1 en la resurrección, las mujeres fueron a ungir a Jesús con especias aromáticas, y se mencionan a: María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé. En Juan 19:25 se mencionan a María la madre de Jesús, la hermana de su madre, María mujer de Cleofás (que es la madre de Jacobo el menor y de José) y María Magdalena. Luego comparando a todas estas mujeres parece ser que Salomé era la hermana de María la madre de Jesús y la mujer de Zebedeo y la madre de Jacobo y Juan. Como consecuencia era la tía de Jesús y, Jacobo y Juan eran los primos de Jesús.

Salomé era esposa de Zebedeo, un pescador. Parece que el hombre era acomodado porque tenía jornaleros trabajando para él (Mateo 4:21; Marcos 1:19-20). Era un hombre que compartía la fe de su esposa porque si no, no hubiera dejado que sus hijos dejaran el trabajo y siguieran a Jesús sin poner ningún impedimento.

Su ambición

Toda madre desea lo mejor para sus hijos ¿verdad?, y si es una madre creyente, que mejor cosa que desear sino que sus hijos estén cerca del Señor.

Hay ambiciones (desear ardientemente algo) que pueden ser buenas si son la voluntad de Dios, pero hay ambiciones que son por motivos egoístas, y pueden hacer mucho mal cuando no vienen de una fe verdadera.

Salomé era una buena discípula de Jesús, sus hijos eran apóstoles de Jesús, toda su familia amaba y servía a su Señor. Y viene ante Jesús con una petición muy clara v.21. Quería que sus hijos se sentaran uno a la derecha y el otro a la izquierda de Cristo cuando estén en su reino.

Quiero que miremos el contexto, en el capítulo 19 cuando habla con el joven rico, al final del pasaje v. 27-30. En estos versículos tenemos la promesa de que Jesús le dará un trono a cada uno de los apóstoles. Luego Salomé no iba tan descabellada en hacer su petición para sus hijos. Siguiendo en el capítulo 20:17-19, Jesús subió a Jerusalén con los discípulos y empezó a explicarles que tenía que sufrir y morir en la cruz, pero que al tercer día resucitaría. Y justo después de esta conversación tan profunda y triste, aparentemente, donde Jesús les está hablando de sus sufrimientos, Salomé se le acerca y le hace esta petición. ¡Qué fuera de lugar estaba! ¡Qué poco acertada fue su petición! ¡Qué inoportuna! Podría haber esperado a otro momento más idóneo, pero no, podía más su ambición para sus hijos.

Su petición venía de un celo o amor maternal que no era sano ni bueno. Aparentemente ella pide algo muy bueno, quiere que sus hijos estén lo más cerca del Señor que sea posible, y seguro que esa era su intención. Es como si pensara que después del Señor las personas más espirituales y dignas de estar a la derecha y a la izquierda del Señor sean sus propios hijos.

Vivimos en una sociedad donde lo que prevalece es la autoestima, el promocionarse, ir ascendiendo en el trabajo, en los negocios etc. Y esta tendencia está entrando en las iglesias. Muchos cristianos piensan que Dios quiere que estemos sanos, seamos ricos, prósperos, felices, realizados, etc. Pero poco se habla del sacrificio, poco sabemos del dolor y el sufrimiento. Le hemos dado lugar al orgullo, a realizarse uno mismo, a autopromocionarse, y hemos olvidado todo lo que tiene que ver con la humildad. Se ha hecho una virtud del orgullo y de la humildad una debilidad. Pero la Biblia es clara en cuanto al orgullo (Prov. 21:4; 16:15; 1º Tim. 3:6; 6:3), por lo tanto el orgullo es pecado.

Sin embargo la humildad es una virtud (Miqueas 6:8; Prov. 15:33). Este es un principio, si quieres honor y gloria de parte de Dios, viene a través del camino de la humildad. Tenemos que aprender este camino de la humildad, y los apóstoles y los discípulos de Jesús también tuvieron que aprenderlo. Esta es la enseñanza de este pasaje 20:20-28.

Volviendo a Salomé, a veces nosotras también podemos caer en este error, amamos tanto a nuestros hijos que no somos objetivas y quizás queremos que estén en posiciones que no les corresponden. Con la excusa de servir al Señor, los incitamos, e incluso presionamos a que hagan cosas que ni son de fe ni es la voluntad de Dios. Tenemos que dejar que sea Dios mismo, si Él quiere, el que ponga a cualquier persona en alguna responsabilidad o liderazgo, pero no forzar la situación. “El amor es ciego, y el de una madre más”.

El camino del servicio

Salomé no sabía lo que realmente le estaba pidiendo v.22. Ella quería puestos de honor para sus hijos, pero Jesús le enseña su error y no la reprende. Mujer no tienes ni idea de lo que estás pidiendo. Estás pidiendo gloria y no te das cuenta que la gloria es sufrimiento. ¿Eres capaz de beber de la copa que yo beba? ¿Eres capaz de sufrir al mismo grado que yo? Es la copa y el bautismo del sufrimiento v.22.

Santiago y Juan contestaron con mucha rapidez y ligereza, “podemos” v.22. Había excesiva confianza, Jesús confirmó que probarían la copa y la probaron, no como Él, pero la probaron. En Hechos 12:2, se nos narra como Santiago murió, fue el primer mártir entre los apóstoles. Juan fue el único apóstol que no murió como mártir pero tuvo que pasar por muchas pruebas, fue exiliado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis.

El estar cerca de Jesús no dependía de Él, sino de su Padre, de Dios. Jesús les muestra que el que quiera ser grande entre ellos, debe ser el servidor v. 26-27. Esto es totalmente contrario a la mentalidad del mundo. En el mundo es al revés v.25, pero Jesús hace la diferencia, los poderosos actúan así, mas entre vosotros no será así v. 26.

Los demás apóstoles estaban enfadados con los dos hermanos v.24, pero ¿por qué? Porque ellos también querían lo mismo.

Jesús como siervo

Con Jesús no eran solo palabras, sino que Él mismo fue el ejemplo supremo de lo que significaba ser siervo y servir v. 28.

¿Qué es servir? Servir implica darnos por entero a los demás, es hacernos más pequeños que los demás. Es servir las mesas, remangarnos a trabajar, ayudar a los demás, entregarnos con coste y sacrificio. Por eso Jesús vino a servir dando su vida por muchos v.28.

La pregunta crucial aquí es ¿ha dado su vida en rescate por ti? Tú no puedes hacer nada por tu rescate, por tu salvación, está todo hecho, Jesús lo hizo todo por ti. Ha dado su vida por ti, ha derramado hasta su última gota de sangre por ti, ¿no te das cuenta? ¡Todo por ti! No le rechaces, no desprecies su muerte, su sangre, acéptale en tu corazón hoy mismo, no esperes a mañana, arrepiéntete de tu pecado y ve a Él.

Su amor y servicio al Señor

Salomé parece haber sido una discípula de Jesús desde el comienzo de su ministerio público (Mateo 27:55-56; Marcos 15:40-41). Era una de las mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalén y le servía. Es un viaje de más de 100 km. que seguramente lo hizo andando y en condiciones muy difíciles. Salomé y su esposo prepararon a sus hijos para seguir a Jesús. Ellos tuvieron una influencia e instrucción en el hogar, que se ve por la devoción que tenían a Jesús y los dos llegaron a ser apóstoles.

Salomé estuvo presente en la muerte de Jesús. Cuando todos los apóstoles (menos Juan) le abandonaron en la crucifixión, Salomé junto con otras mujeres permaneció al lado de su Señor, viendo el sufrimiento y el dolor que Jesús estaba experimentando por amor a ellos (Marcos 15:40-41).

En la resurrección

Salomé también estuvo con las mujeres cuando vinieron a la tumba de Jesús para ungir su cuerpo con especias aromáticas, como era la costumbre (Marcos 16:1). Allí recibieron por medio de ángeles la noticia de que Jesús había resucitado ¡Su Señor estaba vivo! ¡Qué privilegio recibió! Fueron las primeras en saber la buena noticia y salieron gozosas de la tumba para compartir la verdad de la resurrección.

Aplicación

¿Quiéres honor y poder? Sirve.

¿Quiéres estar cerca del Señor? Sirve.

¿Quiéres ser la primera? Sirve.

Que nuestra ambición sea la de servicio y entrega, sin quejas ni murmuraciones, sin pensar “yo hago mucho y otras no hacen nada”. No te importe lo poco o mucho que hacen las demás, tú sirve, entrégate como se entregó tu Señor, y deja el resultado a Él. Hazlo por motivaciones correctas, no para alcanzar posiciones en la iglesia o para que te reconozcan, sino con humildad y por amor al Señor.

Comparémonos con esta mujer, Salomé ¿Qué hemos dejado atrás? ¿Qué hemos sacrificado? ¿Hasta dónde hemos seguido al Señor? ¿Hasta dónde llega nuestro compromiso? ¿Qué hemos hecho nosotras o estamos haciendo para servirle? ¿Cuánto amamos a nuestro Señor? Cuanto más le amemos, más le serviremos.

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