viudanaimLUCAS 7:11-17

Introducción

En los evangelios se nos narra la resurrección de tres personas por el poder de Jesucristo y de manera directa: la resurrección del hijo de la viuda de Naín, la hija de jairo y Lázaro. Parece ser que cronológicamente, este milagro de traer a la vida a la hija de la viuda de Naín fue la primera resurrección que Jesús realizó. Es curioso que este milagro solo lo narra Lucas en su evangelio.

El v. 11 comienza “Aconteció después, que Él iba a la ciudad que se llama Naín”. Después ¿de qué? Después de sanar al siervo del centurión Lucas 7:1-10. Los discípulos que estaban con Él ya le habían visto hacer milagros, pero nunca resucitar a nadie.

Este lugar, Naín, no se menciona en ningún otro pasaje de la Escritura. Era una pequeña ciudad en la ladera norte del monte de Hermón, a unos 30 Km. de Capernaún, de la que quedan las ruinas. A la ciudad de Naín se llegaba por una subida muy pronunciada que tenía cuevas para enterrar a cada lado del camino. Se enterraban a los muertos a las afueras de las ciudades, no como ahora que en muchos sitios se entierran las los jardines de las iglesias o dentro de las ciudades. También lo podemos ver en muchos pueblos de nuestra provincia, el cementerio está en las afueras del pueblo, así era en aquel entonces.

Las dos multitudes

Vemos en los v. 11-12 que hay dos grupos de personas totalmente distintas en actitud y esperanza. En primer lugar observamos una gran multitud con Jesús además de muchos discípulos que iban a entrar por la puerta de la ciudad. Todos ellos irían hablando y gozándose de estar con Jesús, el Maestro. Luego en contraste, vemos otra gran multitud pero llorando y con una gran tristeza, que salían de la ciudad. Seguro que estarían las plañideras, llorando y chillando de manera profesional, vemos a una madre que va a enterrar a su joven hijo, iría con las ropas desgarradas para mostrar el dolor y la tristeza que la inundaba, y una gran multitud en cortejo fúnebre, llevando a enterrar a este joven fuera de la ciudad. Unos iban a entrar y otros iban a salir de la ciudad, ¿era casualidad? Ya lo veremos.

¡Qué contraste las dos multitudes! Una rebosando de vida y esperanza, otra de muerte y tristeza. Donde el Señor está presente hay esperanza, donde está ausente hay desesperación y muerte.

Aquí vemos muy claramente las consecuencias del pecado, que es muerte, tanto física como espiritual. Y vemos las consecuencias de estar, creer, y seguir a Jesús, que es vida, vida gozosa y plena en Él y vida eterna.

Jesús es movido a misericordia

Todos los funerales son tristes, pero es difícil imaginar un funeral más triste que el que se describe aquí. Es el funeral de un joven, un hombre joven, además era el único hijo de su madre y por si no fuera poco, ella era viuda.

Cuando Jesús vio a la mujer llorando y en desesperación, fue movido a misericordia. ¿Qué quiere decir esto? Son sentimientos muy profundos que vienen de muy dentro. No fue solo una idea fría, sino que sintió el dolor tan grande que estaba sufriendo esa viuda por su hijo.

Aquí vemos como nuestro Señor entiende a la mujer. Sabe por lo que está pasando. De igual modo Él sabe cada una de tus circunstancias, te conoce por nombre y conoce tus problemas, tus dolores, tus soledades, tus tristezas. Él sabe aun sin que tú se le digas. Él es Dios. Él se compadece de ti y muestra su misericordia para con los pecadores como nosotros.

Jesús, sin que le llamen, sin que clamen a Él, sin buscarle, se acerca a la viuda madre y le dice:”No llores” (v.13) Quiere consolarla y aliviar su gran dolor y tristeza. Quiere mostrarle y decirle: “Mírame a mí, yo puedo quitar la causa de tus lágrimas”

Pero nuestro Señor no cambia, “Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Su compasión para los que sufren sigue siendo igual de grande. No olvides esto y busquemos el consuelo en nuestro Señor. Él nunca nos fallará, nunca nos decepcionará, siempre se interesa por nuestras preocupaciones, sean las que sean, “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cansados que yo os haré descansar”. Que mejor que descansar en los brazos de nuestro Salvador.

No había nada en esta mujer que mereciera el resucitar a su hijo. Ella no buscó nada, ni le pidió nada a Jesús. Tampoco había ningún mérito en el joven muerto, que le hiciera resucitar. Fue Jesús quien se acercó a ellos, fue Él el que tomó la iniciativa, fue Él el que quiso hacer ese milagro, su pura misericordia y voluntad.

De igual manera actúa con nosotros. Nosotros no le buscamos, y si había algo de interés en buscarle, es porque Él puso ese interés en nosotros. “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:16). Nadie lo merece, ni por obras ni por esfuerzo, todo depende de la compasión y voluntad de Dios. “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Efesios 2:5).

La resurrección del joven

Cristo realizó sus milagros de manera muy variada, pero es muy significativo que cuando resucita a los muertos utiliza “su palabra”, los llama a la vida. A la hija de Jairo le dijo “Talita cumi; que traducido es: Niña a ti te digo, levántate”. A Lázaro le dijo:”¡Lázaro, ven fuera!; y a este joven le dijo:”Joven, a ti te digo, levántate”. En los tres casos, utiliza el poder de su Palabra.

Hay un gran poder en la Palabra de Dios. Por su Palabra hizo el universo y todo lo que hay, el mismo centurión del pasaje anterior le dice a Jesús que diga la palabra y su siervo sanará (Lucas 7:7).

La Escritura nos muestra que la Palabra de Dios tiene gran poder: “ Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Leer también Isaías 55:10-11.

De igual manera, la palabra de Dios nos habla a nosotros con poder. El joven estaba muerto, pero por la palabra de Jesús resucitó, fue vuelto a la vida. Jesús se dirigió a él personalmente, e incluso tocó el féretro, que para un judío tocar algo relacionado con un muerto, le hacía inmundo, pero no así con Jesús. De igual modo, también Jesús nos habla de manera personal a cada uno, y nos puede traer a la vida espiritual, aunque estemos muertos en nuestros pecados.

Tenemos que llevar a la gente a la Palabra de Dios, que la lean por ellos mismos. Animar a los niños y los jóvenes que la lean y Dios les hablará personalmente. Es la palabra de esperanza y de vida.

Gaylord Kambarami, fue el secretario general de la sociedad bíblica de Zimbawe. Un día le ofreció a un hombre un Nuevo Testamento y el hombre le dijo: “Si me lo quedo, voy a usar sus páginas para liar mis cigarrillos” Gaylord le respondió: “Por lo menos hazme la promesa de que antes de fumar leerás la página”, y el hombre aceptó. Después de 15 años, Gaylord fue a una convención cristiana y estaba hablando un hombre, que le señaló con el dedo y dijo: “quizás este hombre no me reconozca, pero hace 15 años me dio un Nuevo Testamento y le prometí que leería cada página antes de liar mis cigarrillos. Me fumé Mateo, Marcos y Lucas, pero al llegar a Juan 3:16, dejé de fumar y mi vida cambió por completo”. Llegó a ser un evangelista a tiempo completo.

Hay una enorme diferencia entre una persona viva o muerta. La consecuencia del poder de Jesús es que el joven volvió a la vida. Pasó de muerte a vida. Eso es lo que hace Jesús con nosotros a nivel espiritual, nos da la vida que no merecemos. Pasamos del reino de las tinieblas al reino de la luz y de la vida eterna. Él tiene poder sobre la misma muerte, porque la venció en la cruz y al resucitarse a sí mismo.

Fijaros qué expresión tan tierna “Y lo dio a su madre”. Lo restituyó a su madre, las lágrimas de tristeza se convertirían en lágrimas de gozo.

Efectos poderosos en la multitud

Este milagro tuvo efectos también en los que lo vieron, en la multitud. En el v. 16 dice que “todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios”. Reconocieron la mano de Dios obrando a través de Jesús al reconocerle como un gran profeta, leer Lucas 1:68.

Cuando uno se convierte y pasa de muerte espiritual a vida eterna, tiene que verse el cambio. Quizás la gente no entienda muy bien qué ha pasado, pero se tiene que ver la transformación en la persona. No basta con decir que ahora estamos vivos, sino que se tiene que ver, y lo tienen que notar los demás.

No solo la multitud temieron y reconocieron que Jesús era un gran profeta, que lo era, sino que glorificaban a Dios. Es lo más natural, al principio de ver la resurrección quedarían atemorizados y perplejos, pero después de darse cuenta de la maravilla que había ocurrido, no pudieron sino glorificar a Dios por ello.

Así también nosotros debemos vivir de tal manera que la gente a través de nuestras vidas glorifiquen a Dios nuestro Padre (Mateo 5:14-16).

Las noticias se extendieron por toda Judea, y por toda la región. Era normal, una noticia así, no podía quedarse en secreto.

De igual manera, cada vez que predicamos el evangelio o le hablamos a alguien del Señor o regalamos una Biblia o un folleto, no sabemos las consecuencias que puede tener.

Conclusión

Estemos siempre a la expectativa de que Dios puede usarnos en cualquier momento y con cualquier persona. No desaprovechemos las oportunidades que aparentemente pueden ser casualidad pero que no lo son. ¡Son los planes de Dios!

Jesús pasaba por allí e iba a entrar a la ciudad de Naín, y a la misma vez un cortejo fúnebre salía de la ciudad para enterrar a un joven. ¿Casualidad? ¡Por supuesto que no! Jesús sabía que tenía que pasar por allí para resucitar a este joven y dárselo a su madre. En ningún otro sitio se vuelva a hablar de esta viuda, pero no será olvidada entre aquellos que aman la Palabra de Dios.

Quizás haya alguien hoy aquí que está muerto en sus pecados pero que el Señor le está hablando a través de su Palabra y que te está diciendo: ¡Levántate de los muertos y vive! Ve a Él, clama por vida eterna y Él no te rechazará.

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