mujeradulteraJuan 8:1-11

Introducción

Jesús era conocido como “amigo de publicanos y pecadores” porque Él vino a buscar y salvar lo que se había perdido. No tenía problemas con juntarse con ellos. Que sepamos en los evangelios Jesús trató con tres mujeres que eran culpables de adulterio: la mujer samaritana, la mujer que vino a Él en casa de Simón y ahora la mujer adúltera de este pasaje que acabamos de leer.

Vamos a profundizar en esta mujer, pero veamos primero el contexto. Es interesante observar en primer lugar como el último versículo del capítulo 7 dice que “Cada uno se fue a su casa” y el versículo 1 del capítulo 8 empieza diciendo “y Jesús se fue al monte de los Olivos”. Mientras que cada uno se fue a su casa, Jesús no tenía casa (Mateo 8:20). El que era rico por nosotros se hizo pobre.

Por la mañana volvió al templo y todo el pueblo vino a Él, no quiere decir que todos y absolutamente cada persona vino, sino que todo tipo y clase de personas, jóvenes y mayores, de diferentes clases sociales etc. Vinieron y Él sentado les enseñaba. Se puso a su nivel, se hizo uno de ellos para acercarse a ellos y enseñarles.

Los acusadores

v.3 Ya que los fariseos y los escribas no pudieron prenderle el día anterior (Juan 7:45), buscan otra táctica para tentarle y pillarle en algo contra la ley de Moisés.

Los escribas se dedicaban a escribir las Escrituras con una escrupulosidad extrema, cada punto y cada como, nada se les pasaba, eran conocedores de las Escrituras. Los fariseos eran los líderes religiosos, tan legalistas y tan hipócritas, que en nombre de la ley de Dios hacían barbaridades, solo les importaba su apariencia santurrona, pero por dentro eran sepulcros blanqueados.

Le llevaron a esta mujer pillada en el mismo acto de adulterio, pero no estaban preocupados por la conducta de ella, ni siquiera porque la Ley de Dios había sido rota. El objeto era usar el pecado de esta mujer para llevar a cabo sus maldades contra Jesús. Estaban deseando desacreditarle delante de la gente. No esperaron a preguntarle en privado sino que lo interrumpieron cuando estaba enseñando.

Es curioso que si la mujer adulteró, no lo hizo sola ¿dónde estaba el hombre? Quizás todo fue una trampa utilizando al hombre también para poder tentar a Jesús.

La mujer adúltera

Imaginad cómo llegaría la mujer a la presencia de Jesús. Quizás no le dio tiempo ni a vestirse correctamente y la llevarían a rastras. Fue humillada públicamente y su pecado se hizo público y abierto. Estaría aterrorizada porque sabía lo que le esperaba, una muerte por lapidación. Sin lugar a dudas era culpable. Leamos lo que decía la Ley sobre este asunto (Levítico 20:10, Deuteronomio 22:22). Todos la mirarían con ojos condenatorios, todos menos uno, el Señor Jesús.

Todos somos culpables de este pecado, si no físicamente, sí en nuestro corazón y mente. Nuestro problema es que no lo admitimos. El pecado es algo vergonzoso y aunque lo escondamos de los hombres, no podemos esconderlo de Dios, todo se revelará un día.

Como hemos mencionado antes, el problema no era la mujer sino pillar a Jesús. Querían ponerle entre la espada y la pared con la pregunta “Tú, pues, ¿qué dices?”

Un día también nuestro pecado se revelará.

El dilema

Los acusadores de Jesús estaban en lo correcto, con respecto a la ley, debería morir.

Nadie escapará de su pecado, la sentencia vendrá un día tarde o temprano “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23; Ezequiel 18:4).

A Jesús le hicieron la pregunta trampa. Si decía que la dejaran ir libremente, le acusarían de ir contra la ley de Moisés, y si decía apedreadla ¿dónde quedaba su amor por los publicanos y pecadores como era su enseñanza?

Lo habían puesto entre la espada y la pared. Los fariseos sabían que dijera lo que dijera, estaba pillado.

Estos hombres son como muchos legalistas religiosos, que no les importa la santidad ni Dios mismo, sino su propia justicia entre los hombres y su apariencia de piedad ante los demás para ser alabados. Eran estrictos en cuanto a la letra de la ley pero sin vida ni misericordia.

Tengamos cuidado con señalar la mota en el ojo ajeno y no veamos la viga que tenemos nosotros. Aquellos que con frecuencia condenan a otros y los señalan con el dedo, casi siempre son ellos los más culpables.

La ley demanda justicia y castigo del transgresor. Dios es un Dios santo al igual que justo. Esta mujer era pecadora, adúltera, no hay que negar su pecado o justificarlo, y su sola esperanza estaba en Jesús.

Los fariseos pensaban que no había salida a este dilema, pero se equivocaban, Jesús tenía la respuesta.

Su malvado plan podría haber tenido éxito con cualquier otro hombre, pero estaban tratando con Jesús, y ¡Él no iba a seguirles este juego!

La respuesta de Jesús

A Jesús no se le puede engañar, Él lee los corazones, Él sabía cómo responder sabiamente. Fijaos cómo actuó:

- v.6: Se inclinó al suelo y escribió en la tierra con el dedo. No es la primera vez que escribe con el dedo, las dos tablas de la ley, los 10 mandamientos se escribieron con el dedo de Dios (Éxodo 31:18), también Belsasar cuando vio la mano que venía de Dios escribiendo en la pared y mostrándole el juicio que vendría sobre él y el reino (Daniel 5:5).

Durante más de 2000 años grandes estudiosos de las Escrituras han intentado descubrir qué fue lo que escribió Jesús, pero no han descubierto este misterio. Yo os voy a dar una respuesta teológica muy profunda: “¡No se sabe! Lo que sí sabemos es que lo que fuera que escribiera les llamó la atención de seguro.

Sin embargo sus enemigos al ver el silencio de Jesús, pensando que le habían pillado, insistieron en que les contestase v.7.

¿Qué hacía mientras la mujer? Nada, estaría postrada en el suelo esperando su sentencia de muerte. No abrió su boca para defenderse porque realmente no podía negar lo que había hecho.

Jesús se enderezó y les dijo:”El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Jesús les descubre y les expone su propia hipocresía y pecado. El dador de la ley quería que sus acusadores se dieran cuenta de que no eran los más dignos de forzar y reclamar la sentencia sobre la mujer. Él era el único que podía tirar la primera piedra porque era sin pecado, pero no lo hizo.

Es muy curioso que Cristo no da más explicaciones y vuelve a escribir en tierra v.8.

La reacción de los acusadores

“Acusados por su conciencia”, ¿qué quiere decir esto? Que delante de Dios cada uno pudo ver lo que había realmente en su corazón. Su propio adulterio y su pecaminosidad. Con una simple frase de parte de Jesús trajo convicción de pecado a estos hombres, tuvieron que callarse y todo lo que se oyó fue el ruido de las piedras cayendo al suelo y el paso de las sandalias yéndose.

Empezando por los más viejos porque tienen más pecados escondidos, hasta los más jóvenes. Se vieron tal como eran, pecadores y quizás fue muy doloroso.

Una de las cosas más duras es enfrentarse cara a cara con tu pecado, pero a la vez es cuando realmente puedes hacer algo. Aquí tenemos una alarma para todos, fueron “acusados por su conciencia” a causa de sus pecados. ¡Sin embargo, en vez de llevarles a caer a los pies de Jesús, lo que hicieron fue dejarle y marcharse! Tengamos cuidado de que nos quedemos a medias, el reconocer nuestro pecado no nos hace ser salvos ni perdonados, tenemos que ir a Jesús a buscar perdón y salvación.

Perdonada y no castigada

v. 10-11 Cuando Jesús se levantó solo vio a la mujer. La ley requería de 2 o 3 testigos para acusar a alguien (Deuteronomio 19:15), y esos testigos eran los primeros en ejecutar la sentencia (Deuteronomio 17:7), pero ahora no había ni un solo testigo contra la mujer. Por lo tanto, la ley no tenía poder para tocarla. Ahora Cristo podía actuar con gracia para con ella. Jesús está cara a cara con ella.

Ahora, la pregunta que todos nos hacemos es ¿fue esta mujer salva cuando se marchó? Creo que sí, porque no dejó a Cristo cuando tuvo oportunidad de irse cuando se marcharon los fariseos. También se dirige a Él como “Señor” y no como “Maestro” como le llamaban los fariseos, y porque Jesús mismo le dijo “Ni yo te condeno; vete y no peques más”. Son las mismas palabras que nos dice a aquellos que hemos sido salvos por gracia. El orden es importante, “ni yo te condeno, vete y no peques más”, no al revés.

Llegó en momento para ella, a solas con el Señor. Siempre ocurre esto en una conversión. Tarde o temprano, en algún sitio concreto, algún día, tienes que estar cara a cara con Jesús. Seguro que has tenido muchas oportunidades de venir a Él, ¿qué has hecho con ellas? Mira, o tienes ese encuentro con Jesús ahora o lo tendrás en el día del juicio. ¡Y lo que decidas ahora determinará dónde pases la eternidad!

Jesús la perdonó por completo, y lo hizo en base a la gracia de Dios y por medio de la fe en la sangre y obra de Jesús en la cruz (Juan 6:37). Cuando un pecador es perdonado recibe absoluta liberación de la condenación (Romanos 8:1)

Jesús no excusó su pecado, pero al perdonarla, cambió su vida, ya era una criatura nueva, sus ataduras al pecado habían sido rotas. Ya no había lugar para una vida de pecado, fue totalmente transformada. Jesús es un especialista en tomar vidas rotas y destruidas y salvarlas y restaurarlas. Con la salvación viene una nueva vida (Romanos 6:14).

Conclusión y aplicación

Quizás tu vida está arruinada por el pecado, o quizás te sientas como uno de esos fariseos que por fuera guarda mucho su religiosidad pero que no conoce a Dios personalmente. Sea cual sea tu situación, ven a Cristo, solo Él puede perdonarte y salvarte. Él se complace en salvar vidas y lo hizo por puro amor, derramando su sangre.

Si no has sido salvado estás en terrible estado, estás condenado delante de Dios (Juan 3:18) y destinado al infierno, pero hay perdón en Cristo. El mismo que intervino en esta mujer, puede intervenir en tu vida.

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