viuda persistente(Lucas 18:1-8)

Introducción

Antes de que nos centremos en la parábola y especialmente en la viuda, que es nuestro personaje a estudiar, debemos de ver el pasaje en su contexto para poder entenderlo mejor.

En el pasaje que le precede (Lucas 17:20) algunos fariseos le preguntan cuándo había de venir el reino de Dios, y Jesús les contesta que el reino de Dios está entre vosotros, ya ha llegado (v.21). Todos verán la segunda venida de Jesús, pero antes de que venga tienen que acontecer varias cosas como nos lo dice el v.25.

Luego, Jesús compara la segunda venida con los tiempos de Noé, que comían, bebían, se casaban; y con los tiempos de Lot, que comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban. Vivían su vida de manera normal y corriente, hasta que viene el Señor como ladrón en la noche. Jesús les quiere recordar que aunque haya dos personas tan unidas como un matrimonio, uno será tomado y el otro será dejado, o dos compañeros de trabajo muy unidos, uno será tomado y el otro dejado. Nos advierte que no seamos como la mujer de Lot, que se convirtió en estatua de sal.

Luego en Lucas 18:8, les hace una pregunta:”Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? Entre medias, Jesús les cuenta esta parábola de la viuda y el juez injusto, ¿por qué? ¿qué tiene que ver esto con la segunda venida de Jesús?

Creo que una pregunta que les vendría a los discípulos es ¿cómo perseveraremos hasta el fin, cómo estar seguros que no somos como los del tiempo de Noé ni como la mujer de Lot? Es muy curioso que las cosas que menciona que la gente hacía en tiempo de Noé y de Lot no son listas de pecados horribles, eran cosas tan triviales y normales como las que podemos hacer nosotros (Lucas v.27-28). ¿Hay algo malo en hacer estas cosas? En sí mismas no son malas ni pecaminosas, pero está la tentación de enredarnos tanto en esta vida, en la casa, los negocios, poner todo nuestro énfasis en las cosas de aquí, que podemos apagar nuestra relación con Dios y nuestro verdadero objetivo.

Por esta causa nos preguntamos ¿cómo perseverar? ¿cómo permanecer fiel hasta el fin? Y aquí es donde nuestro Señor cuenta esta parábola, para contestar a estas preguntas.

La respuesta a cómo perseverar hasta el fin, es ¡orando!, orando sin desmayar.

La viuda

Ahora bien, para ilustrar y explicar lo que significa orad siempre y sin desmayar (Lucas 18:1), Jesús cuenta esta parábola.

Es una parábola sencilla de entender. Había una viuda que tenía problemas con su adversario, pero no nos dice en detalle cuál era el problema, aunque sí sabemos que ella era la inocente y se le debía hacer justicia. Va a un juez injusto y quiere que este use de su autoridad y le haga justicia. Ella es una pobre viuda, sin marido y sin hijos para que la defiendan. No tenía ningún hombre en su vida porque las cortes eran para los hombres, si alguna mujer iba era porque estaba absolutamente sola.

La viuda somos nosotros, nos está representando. Ella busca ayuda en el juez, el único que la puede ayudar, y nosotros la buscamos en Dios. No nos debe preocupar que en la parábola a Dios se le compare con un juez injusto. No quiere decir que Dios es injusto, es como cuando se nos dice que Jesús vendrá como ladrón en la noche (1ª Tesalonicenses 5:2). No lo está comparando a un ladrón sino que vendrá sin avisar, ese es el punto.

El juez injusto

El leer estas dos palabras juntas ya nos trae problemas. Es una contradicción que haya jueces injustos. Se supone que los jueces están para administrar justicia y buscar el bien de las víctimas. Pero en nuestra parábola tenemos a un juez no solo injusto sino que no temía a Dios ni respetaba a los hombres (v.2). Incluso él mismo lo reconocía (v.4). ¿Qué quiere decir esto? Era un hombre horrible y malvado. No temía a Dios, no reconocía que hay otro juez mayor que él, al que le tiene que dar cuentas. No tenía ningún respeto ni interés por las personas, le daba igual la injusticia que estaban sufriendo las personas. ¡Qué descripción tan horrorosa de una persona!

Se supone que un juez de corazón, lo que le mueve a ser juez es impartir justicia, porque le preocupan las personas que sufren por otros engañadores o malvados. A este hombre no le importaba en absoluto esta viuda, y voluntariamente no quiso atenderla ni ayudarla. Era su deber y su trabajo hacer justicia a esta mujer, pero la ignoró por completo.

Dios es totalmente diferente a este juez injusto. Dios es justo, con un corazón amante y misericordioso, que ayuda a los que claman a Él. El juez no tenía ningún interés en la viuda, pero Dios claro que sí tiene interés en nosotros, sus elegidos.

Perseverancia de la viuda y contestación del juez

¿Pensáis que la viuda se conformó con un no? ¡Claro que no! Ella insistió y perseveró. Cada día iba a ver al juez injusto a pedirle que le hiciera justicia, llegó a ser pesada, como diríamos hoy día. Ella vuelve y vuelve cada día al juez a pedir protección legal y justicia.

El juez injusto, que ni temía a Dios ni respetada a hombre, al final ayuda a la viuda aunque por motivos erróneos. Ya que la mujer le estaba molestando e irritando, cambia de opinión y le ayuda para que le deje tranquilo.

“Me agote la paciencia” es un término del boxeo y significa dar un golpe en el ojo, dejarte el ojo morado. Esta mujer no solo es molesta y problemática, sino dolorosa. Así el poderoso juez es vencido por la débil viuda y por su perseverancia.

Dios como nuestro juez

Jesús al contar la parábola compara a este juez injusto con Dios Padre diciendo: ”¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” (v.7).

¿Dios tiene interés en nosotros, es indiferente a nuestras necesidades? Este versículo 7 da la respuesta. Jesús argumenta, si un juez injusto es movido por las peticiones insistentes a ayudar a una extraña, a alguien que no respeta, ¿cuánto más Dios ayudará a sus escogidos que claman a Él día y noche?

Los verdaderos creyentes no somos extraños para Dios, sino que somos sus elegidos. Nos ha elegido desde antes de la fundación del mundo, y somos sus hijos por medio de la sangre derramada de Cristo Jesús. Nos ha perdonado, nos ha salvado por pura gracia y misericordia. Si ha dado a lo más precioso que tenía que era su Hijo para morir en la cruz por sus elegidos, ¿cómo no nos va a responder y hacer justicia? ¡Lo hará!

La tardanza de Dios

Uno de los aspectos más difíciles de la oración es cuando parece que Dios no responde o tarda en responder. ¿No parece contradecir esto con la primera parte del versículo 8?

Cuántas oraciones habremos hecho y sin embargo parece que Dios no responde. A la luz de esto podemos desanimarnos y perder la esperanza y como consecuencia dejar de orar. Sin embargo, el Señor sabe de nuestra debilidad y por eso nos dejó esta parábola para animarnos y enseñarnos a orar siempre y no desmayar (1ª Tesalonicenses 5.17). La oración es una necesidad, no es opcional, es reconocer que dependemos totalmente de Dios.

Muchas veces nos desanimamos por la tardanza en las respuestas de Dios. ¿Cuántos años han pasado desde alguna petición? Y todavía no tenemos respuesta de parte de Dios. Debemos entender que:

- Dios nunca tarda en responder por falta de cuidado o falta de poder (Salmo 103:13; Isaías 49:14-16)

- La tardanza de Dios siempre es para nuestro bien, incluso si no conocemos las razones de por qué.

- Debemos de entenderlo desde el calendario de Dios y no el nuestro. Mil años para Dios es como un día. Noé tuvo que esperar 100 años desde que Dios le dijo que habría un diluvio. A Abraham Dios le prometió un hijo con Sara su mujer, y tuvieron que esperar 25 años. Dios prometió que enviaría al Mesías, pero su pueblo tuvo que esperar 400 años desde el último profeta para cumplirse la promesa (Gálatas 4:4).

- Debemos de entender que “pronto” en el calendario de Dios, no es “pronto” en el nuestro.

Conclusión

Hasta que venga el Señor de nuevo, la responsabilidad de todo creyente es orar y no desmayar. No sabemos cuándo vendrá, pero nos tiene que hallar velando y orando para que no entremos en tentación y para que halle fe en la tierra.

Tenemos que perseverar como esa viuda insistente y no tirar la toalla al mínimo contratiempo. Dios nos ama y hará justicia a sus escogidos, a su tiempo, y no al nuestro. Confiemos pues en nuestro Padre celestial amante.

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