Introducción. (Hechos 16:6-15)
En la Biblia tenemos narraciones de mujeres muy humildes que conocieron y siguieron a nuestro Señor Jesucristo, pero también habla de mujeres nobles y distinguidas (Hechos 13:50; 17:4, 12). La idea de mujeres distinguidas, lo que quiere decir es, que eran mujeres de influencia y ricas.
Lidia, era una de ellas. Damos gracias a Dios que Él no hace acepción de personas. Él llama a pobres y ricos, a mendigos y despreciados por la sociedad y a reyes y poderosos. Su mano llena de gracia y misericordia alcanza a todo tipo de personas y clase social; hay esperanza y salvación para todo el que se acerca a Él con arrepentimiento y fe.
El apóstol Pablo en su segundo viaje misionero “le fue prohibido por el Espíritu” seguir predicando en Asia Menor y fueron a Troas. Allí, tuvo una visión de un varón macedonio que le pedía que pasara a ayudarlos. Macedonia ya era Europa. Por lo tanto, Pablo no dudó en que era Dios quién le llamaba para anunciar el evangelio en la región de Macedonia, que era parte de la Grecia moderna (Hechos 16:6-10). Pablo, con sus acompañantes Timoteo, Silas y Lucas, zarparon hasta llegar a Filipos, que era la primera ciudad de Macedonia para extender la obra misionera en Europa. Este último se les unió justo antes de ir a Troas, ya que el pronombre que utiliza cambia y se incluye a sí mismo (en seguida “procuramos” partir para Macedonia) v. 10.
Cómo era Filipos
Llegaron a Filipos que era la primera ciudad de la provincia de Macedonia. Filipos era una comunidad muy próspera y activa en aquellos tiempos. Ciudad de rutas comerciales y de negocios, muy floreciente. Era un lugar estratégico para introducir el evangelio en Europa.
Pablo y sus compañeros pasaron algunos días en Filipos esperando que llegara el día de reposo. Siempre tenía una misma estrategia evangelística, primero iba a las sinagogas de los judíos y luego a los gentiles. Pero en Filipos, aunque había algunos judíos, eran muy pocos, porque no tenían sinagoga. Para formar una sinagoga en cualquier sitio, tenía que haber como mínimo 10 judíos varones, y se ve que en Filipos no había ni siquiera esos 10 hombres judíos. Era una ciudad sin sinagoga y casi en su totalidad, gentil.
Aunque no había sinagoga, las mujeres judías sí podían reunirse para orar juntas. Se supone que Pablo y sus compañeros indagaron en la ciudad y se enteraron que aunque no hubiera sinagoga las mujeres se reunían al lado del río para orar, y así fueron (Hechos 16:13).
Quién era Lidia
Es muy curioso que aunque Pablo fue primero a los judíos, la primera persona en responder al evangelio, ni era hombre, ni era judío. Era una mujer llamada Lidia.
Pero, ¿quién era esta Lidia? Era una mujer de negocios, vendía tintura de púrpura y telas finas de púrpura. Esta clase de telas eran muy caras debido al costoso procedimiento de teñido. El colorante era raro y caro, ya que se obtenía de las púas del caparazón de un molusco, que era muy difícil de conseguir. En Tiatira, la ciudad natal de Lidia, inventaron otro método de conseguir el tinte a partir de la raíz de una especie vegetal. Este tinte era más asequible para la gente trabajadora, aunque seguía siendo caro. Esta tinta era uno de los productos más apreciados en el mundo antiguo, por eso los colores de los reyes y la nobleza eran el color púrpura para mostrar su clase social.
Por lo tanto, Lidia debió de ser una mujer rica e influyente, muy conocida en toda la ciudad. Tenía una casa grande y probablemente con sirvientes v.16.
No sabemos si era una mujer soltera o viuda, ya que si hubiera habido un marido, se hubiera mencionado de alguna forma. Pero parece que ella es la que lleva el negocio y la que toma las decisiones en su casa (v.16, 40).
Como ya hemos mencionado anteriormente, Lidia era una mujer gentil de la ciudad de Tiatira, que estaba situada al oeste de Asia Menor, en lo que es ahora Turquía. Tiatira era un centro comercial, y quizás allí fue donde Lidia aprendió el negocio de teñir las telas y pensó en ampliar su negocio yéndose a Filipos. Era una mujer emprendedora, dispuesta a cambiar de país y continente para trabajar y negociar.
No era judía, pero en Tiatira sí que había una comunidad de judíos muy grande, y allí sí que tenían sinagoga, Lidia era una prosélita judía. En Apocalipsis 2:18-29, uno de los mensajes a las siete iglesias, es a la de Tiatira. Se nos describe a Lidia como una mujer que adoraba a Dios, temerosa de Dios, como muchos de los judíos, pero que todavía no conocía de manera personal al Señor Jesucristo.
Hay muchas personas hoy día que son verdaderamente temerosas de Dios como lo era Cornelio (Hechos 10:2). Sin embargo, no era salvo, no conocía el evangelio personalmente (Hechos 11:14). Era religioso, pero la religión no salva a nadie. Tuvo que ir Pedro a su casa para hablarle de la obra de Cristo en la cruz, para que todo el que en Él creyere, recibiría perdón de pecados (Hechos 10:43; 11:18).
Quizás tú, te identifiques con Lidia, eres temerosa de Dios, crees que hay un Dios verdadero, y eres sincera en tu creencia. Pero pregúntate si en verdad esa sinceridad te lleva a la salvación. Analiza tu corazón y ve si realmente ha habido un verdadero arrepentimiento y fe para perdón de tus pecados.
Dios abrió el corazón de Lidia
Aunque Lidia sería una mujer muy ocupada con su negocio, encontraba tiempo o programaba su tiempo, para las cosas de Dios. Guardaba el día de reposo para juntarse con las otras mujeres a orar. ¿Guardas tú el día del Señor? ¿Ordenas tus actividades y quehaceres de tal manera que la prioridad número uno sean las cosas del Señor? Necesitamos tiempo para escuchar a Dios y orar a Él.
En el versículo 14 de Hechos 16, se nos explica qué ocurrió en esa reunión de oración, que desde aquel día Lidia jamás olvidaría. Pablo y sus acompañantes se sentaron con las mujeres y les hablaron de Cristo, como Él era el Mesías esperado por el pueblo de Israel. En Él se cumplieron todas las profecías y Él murió y resucitó al tercer día para salvarnos. Podemos imaginar una charla tranquila con las mujeres y exponiendo claramente el evangelio. Y allí estaba Lidia, “oyendo”, en griego es una palabra que significa “escuchar intensamente”. Pero no solo quedó allí, ocurrió algo más.
Su corazón fue abierto por Dios mismo. No era que Lidia abriera su corazón, es verdad que ella buscaba, pero incluso en ese buscar, era Dios quien la estaba atrayendo. Es Dios mismo quien hace la obra de salvación en nosotros, nosotros no podemos hacer nada. Jesús mismo dejó esto muy claro en sus enseñanzas: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajere” (Juan 6:44). Ella escuchaba atentamente y comprendía el mensaje del evangelio.
Vemos la soberanía de Dios en su vida, trae a Lidia a la oración, hace que justo Pablo les hable del evangelio, Dios le da oídos para oír y le abre el corazón para que esté atenta a lo que Pablo decía. Dios pone los medios, Dios da la fe, que es un don de Dios, Dios da el arrepentimiento, y abre los corazones. Es una obra enteramente divina por pura gracia.
Lidia, esa misma mañana se convirtió en una verdadera creyente. Respondió al evangelio al instante y de manera voluntaria.
Quizás tú llevas mucho tiempo oyendo el evangelio, o es la primera vez que lo haces, el tiempo no importa, lo importante es que estés atenta a la Palabra de Dios y que le pidas a Dios que abra tu corazón para recibir la salvación. Fue una conversión muy tranquila, sin sobresaltos ni dramatismos, no como la del carcelero de Filipos al poco tiempo después.
El fruto de una vida transformada
¿Cómo podemos decir solamente con el v.14 que Lidia fue realmente convertida? Bueno, por sus frutos y su cambio de vida. Inmediatamente fue bautizada v.15 y su familia también. Algunos dicen que su familia se refiere a sus siervos, pero sean sus propios hijos o siervos e incluso ambos, lo que sí vemos es que Lidia les habló del evangelio o les llevó a Pablo para que le hablase a ellos.
Una de las primeras señales de un verdadero creyente es que se quiere bautizar. El bautismo no salva a nadie, es una señal externa de lo que ha ocurrido internamente en el corazón. Por lo tanto si tú crees que eres convertida, busca el bautismo como una señal de obediencia a Dios.
Otra señal de que Lidia había sido convertida, es que abrió su hogar para los creyentes. En el v.15, nos dice que Lidia obligó a Pablo y sus compañeros a quedarse en su casa. Seguro que ellos se estaban hospedando en algún mesón, y Lidia ofrece su casa y sus provisiones para los misioneros. No era hospedarlos solo para una noche, sino que se quedaron allí muchos días v.18.
Por ayudar a una chica con espíritu de adivinación, Pablo y Silas fueron encarcelados y azotados, y esto redundó en la conversión del carcelero y su familia. El predicar el evangelio era peligroso y era un delito de cárcel. Sin embargo, Lidia, aun exponiéndose a ser encarcelada, menospreciada, o tener pérdidas en su negocio, ella siguió albergando a los creyentes. En el v.40 se nos dice que Pablo y Silas cuando salieron de la cárcel fueron a casa de Lidia a ver y consolar a los hermanos.
Con casi toda seguridad podemos decir que los primeros cristianos en Filipos se reunían en casa de Lidia. Qué privilegio que tu casa se use para tener cultos y reuniones de iglesia.
¿Cómo usas tu casa? ¿Cómo usas tus bienes? ¿Es tu casa una casa abierta al evangelio y a los creyentes?
Aplicación
Lidia era lo que podemos llamar una mujer de vanguardia, una mujer adelantada a su tiempo, valerosa y arriesgada.
Damos gracias a Dios por tener este testimonio de Lidia en la Palabra de Dios. Es un ejemplo para nosotras de una mujer emprendedora en el trabajo. Una buscadora de Dios, que al final lo encontró, o mejor dicho, Él la encontró a ella.
Es un ejemplo de obediencia a los mandatos de Dios al ser bautizada. Es un ejemplo de testimonio, de una vida transformada, de amor a la obra de Dios y a los creyentes. Fue la primera convertida en Europa y en su hogar se reunía la primera iglesia europea ¡qué privilegio!
¿Eres un ejemplo de mujer creyente? ¿Eres un ejemplo de fe, de hospitalidad, de amor a Dios y a su obra? Tampoco nos cansemos de hablar del evangelio y de Cristo a otras personas, quién sabe si habrá una Lidia escuchándote, a la cual Dios abrirá su corazón.