IGLESIA“Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, al socorro de Jehová contra los fuertes” (Jueces 5:23)

Este versículo está en un contexto de un acontecimiento que ocurrió en el Antiguo Testamento. Es parte del cántico que Débora y Barac cantaron después de que Dios le dio la victoria al pueblo de Israel, contra Sísara y su ejército de novecientos carros herrados.

El tiempo del libro de los Jueces fue muy oscuro, espiritualmente hablando. Durante el tiempo en que su líder Josué estuvo con el pueblo de Israel, estos, sirvieron a Dios. Desgraciadamente, cuando Josué murió, se levantó otra generación que no conocía a Jehová, y los hijos de Israel empezaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová y sirvieron a los baales (Jueces 2:10-11). Esto hizo provocar a ira a Dios, y cayeron en manos de enemigos que los oprimían y los afligían; hasta que reconocían su pecado y clamaban a Dios para que les librara del pueblo opresor de turno. Dios en su misericordia les levantaba jueces que los librasen de mano del pueblo enemigo. Y este ciclo se repetía una y otra vez.

En uno de esos ciclos, el pueblo de Israel estaba bajo la mano opresora de Jabín, rey de Canaán. En aquel tiempo gobernaba a Israel una mujer, Débora, profetisa y mujer sabia. Solía sentarse bajo una palmera y cualquier problema que necesitara de un consejo y/o juicio, iban a ella como juez de Israel.

Al ser profetisa Dios le comunicó que ya era hora de derrotar a su enemigo, y mandó llamar a Barac para que formara un ejército con el que enfrentarse a Sísara, que era el capitán del ejército de Jabín, el pueblo enemigo. Bien, sin entrar en mucho detalle, al final Dios mismo quebrantó a Sísara y todo su ejército de 900 carros herrados, y Barac y el pueblo de Israel venció aquel día a Jabín, rey de Canaán , y la tierra reposó 40 años (Jueces 5:31).

NADADespués de la victoria, Débora y Barac hicieron un cántico de alabanza y gratitud a Dios y quiero destacar algunos versículos. Alabaron a Dios por haber derrotado al enemigo, por haber estado con ellos y ayudarlos en la lucha. Dan gracias por aquellos del pueblo de Israel que se ofrecieron voluntariamente a Dios para luchar por su liberación. Reconocen en el cántico la ayuda que les ofrecieron las tribus de Efraín, Benjamín, Zabulón Isacar, Rubén, Neftalí (Jueces 5:14-16). Sin embargo, las tribus de Galaad, Dan y Aser se quedaron en sus trabajos, en sus quehaceres, con sus familias, con sus barcos en los puertos (Jueces 5:17). Incluso los habitantes de Meroz, un lugar que aunque no se sabe exactamente dónde se encontraba, se supone que estaba a unos 20 Km. de dónde tuvo lugar la batalla; serían maldecidos por el ángel de Jehová porque no fueron a ayudar y auxiliar al pueblo de Dios cuando lo necesitaban. Y a raíz de esta maldición no se vuelve a hablar de ellos en toda la Escritura.

¿Cuál fue el pecado de estas tribus de Israel y los habitantes de Meroz? Es muy sencillo, su pecado fue ¡NO HACER NADA! Que no nos sorprenda, se puede pecar no solo de comisión, sino de omisión:”Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Estas personas sabían que el pueblo de Dios estaba enfrentándose a un terrible ejército, buscaron su ayuda, les pidieron que los socorrieran, pero hicieron caso omiso, no hicieron nada.

Estaban en sus casas, cómodos, con sus familias y sus trabajos, no querían meterse en líos, ni sacrificar sus comodidades por ayudar a Israel. No eran gente “mala”, en el sentido de que ellos no eran enemigos de Israel, no deseaban su mal, pero tampoco se preocuparon por su bien y su salvación.

Podemos aplicar esta misma situación hoy día en la iglesia de Dios. Cuantos creyentes están ahí calentando los bancos o sillas los domingos en los cultos, son gente agradable, maja, defienden la Palabra de Dios como tal, pueden decir que leen la Biblia, incluso que oran, pero a la hora de apoyar la obra de Dios, cuando ven que la iglesia necesita ayuda de cualquier tipo, práctica, espiritual, económica etc. ellos miran para otro lado. Dicen cosas como: “Estoy muy ocupado con mi trabajo, tengo que cuidar mi casa y mi familia, es mejor que me mantenga al margen, no me quiero comprometer mucho con nada ni nadie”. ¿Os recuerda esto a algo en el Nuevo Testamento? ¡Sí! La parábola de la gran cena, cuando un hombre hizo una gran cena e invitó a muchos, pero a la hora de asistir empezaron a excusarse: “He comprado una hacienda, y necesito ir a verla. Otro dijo: he comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos. Otro dijo: Acabo de casarme, no puedo ir”. Acaba la parábola diciendo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustaría la cena (Lucas 14:15-24).

excusasPonemos excusas para no hacer la obra que el Señor nos manda, ponemos excusas porque no ponemos al Señor en primer lugar en nuestras vidas, ponemos excusas porque el pecado que mora en nosotros nos tiene bien atrapados; y lo más peligroso aun, quizás ponemos excusas porque no hemos entendido el evangelio.

El mensaje que Dios le dio a la iglesia en Laodicea es igualmente aplicable en este contexto:”Yo conozco tus obras. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:15-16). Estar en terreno neutral es muy peligroso, porque si no estás con Cristo, estás contra Él.

Analiza tu corazón, analiza en quién estás confiando, analiza tus obras, analiza tu relación con el Señor, analiza tus prioridades, no sea que creyendo ser rico, seas un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo (Apocalipsis 3:17).

Recuerda, que el Señor en este pasaje de Apocalipsis nos llama al arrepentimiento, a hacer las paces con Él, ya sea que nunca le hayas conocido, te da la oportunidad de hacerlo en su Hijo Jesucristo. Él murió en la cruz por nuestros pecados, Él cargó con nuestras culpas, y si te arrepientes de todo corazón y confías en su obra por ti en la cruz, serás salvo y perdonado.

Igualmente, si eres creyente pero tu vida deja mucho que desear, el camino es el mismo, vuelve a Cristo, reconcíliate con Él de nuevo y sé celoso por su causa y su obra.

A Él sea la gloria.

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