“Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37)

El Nuevo Pacto (Testamento) reclama para sí mismo autoridad divina, es decir, ser palabra de Dios. Así Pablo dice que lo que escribe es mandato del Señor (1 Corintios 14:37), que Cristo habla en él (2 Corintios 13:2-3) y por tanto lo que él manda tiene la misma autoridad que Cristo (1 Corintios 7:10, 12).

Pedro pone sus cartas al mismo nivel que los profetas y que los mandamientos del Señor (2 Pedro 3:1-2), y pone los escritos de Pablo al mismo nivel que “las otras Escrituras” (2 Pedro 3:15-16).

Cristo, hablando por Juan en el último libro del canon dice que lo escrito por él es profético, que hay que obedecerlo y que no puede añadirse ni quitarse nada más (Apocalipsis 22:7, 10, 18-19).

Por tanto, los ejemplos, principios y mandatos directos, son como Dios mismo hablando. Ahora bien, esta palabra nos llega muy cercana, a través de gente que conoce las virtudes y defectos, que puede gozarse, animar o exhortar a la gente que escribe, sea a iglesias o a individuos. En ocasiones el mismo escritor muestra autoridad, seriedad y firmeza, y otras veces humildad y ruego con sus lectores. Encontramos denuncias a pecados muy graves, y otras veces recomendaciones para el momento, pero siempre, en cada página se nos señala a Cristo; lo que hizo en la redención, lo que sigue haciendo a través de su cuerpo que es la iglesia, lo que es para la vida cristiana y lo que manifestará cuando vuelva, en esa ocasión en poder y gloria.

Oración:

“Gracias Padre por dirigirte a tu pueblo de esta forma tan cercana, clara, poderosa y personal”.