“Antes que naciesen los montes

Y formases la tierra y el mundo,

Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” (Salmo 90: 2)

Dios no tiene principio ni fin. Ya sea que miremos hacia adelante o hacia atrás, él está allí siempre y siempre es igual, es el mismo. Esta realidad tan incomprensible para el ser humano tiene implicaciones.

Sea como sea que veamos la creación y el tiempo que le demos, él ya estaba allí y es la causa de todo.

Puesto que siempre fue como es, sus atributos o carácter fueron, son y serán idénticos. En una infinitud de años será el mismo que hace una infinitud de años.

El tiempo, como una sucesión de momentos no altera el ser o la mente de Dios y por tanto, tampoco sus decisiones y obras. El es el Creador del tiempo, como lo es de la materia y el espacio.

Por eso es que Dios puede hacer distinción en el tiempo para nosotros, creando en el principio (Gen.1:1), planeándolo (Gal.4:4-5) y predestinándolo (Rom.8:29s) (1 Cor.2:7). Actúa en el tiempo de forma diferente, lo expande como quiere, para él mil años es como un día, y un día como mil años (2 Pedro 3:8). Y puesto que él es eterno y creador del tiempo, puede ver todo de ayer, hoy y mañana con la misma claridad (Salmos 90:4).

Debemos aclarar para terminar que aun cuando nosotros como su pueblo hemos sido destinados a la eternidad (Apocalipsis 22:5) nuestra eternidad dependerá siempre de la suya. Solo él es el que es (Ex.3:14).

Oración

“En toda la distancia que pueden alcanzar mis ojos, mis pensamientos y corazón, Señor allí estás siempre tú, igual de glorioso”.