“Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.” (Hebreos 6: 18)
Solo el Dios de la Escritura, el Padre de nuestro Señor Jesucristo es Dios verdadero (Jn.17:3). Todos los demás son dioses falsos, ídolos de la imaginación humana (Jer.10:10-16).
Pero no solo es verdadero porque es único, sino porque todo lo que es él y en él, es verdad. Dios no puede mentir (Num.23:19) (Tito1:2) porque no puede ir contra su propia naturaleza y carácter, como sí ocurre en nosotros.
Su palabra, por tanto es verdad (Jn.17:17) y esto la hace fiable, fácil de comunicar y entender (Sal.139:17), y por medio del Espíritu de verdad (Jn.14:17) no nos dejará caer en el error. Satanás, padre de mentira (Jn.8:44) no podrá nada contra nosotros, pues nada puede contra la verdad, sino la verdad (2 Cor.13:8). A la verdad por la verdad.
Si queremos tener la certeza, la seguridad de que algo es verdadero, tenemos que ver que esté de acuerdo con él (Rom.3:4). Toda verdad es de Dios.
Si estamos en Dios, debemos en conclusión, hablar verdad (Ef.4:25), amarla y caminar en ella (1 Jn.1:6) (3 Jn.1:4). No puede haber oposición en la verdad, por lo que si decimos algo contra la palabra de Dios, que es verdad porque es suya, el error es nuestro.
Si Dios nos ofrece un camino a él o la vida eterna en su Hijo, concluimos que él y solo él es el camino y la vida verdadera (Jn.14:6) y todos los demás tienen que ser falsos.
Oración:
"Señor, ayúdame a confiar más en la veracidad de tus actos y de tu palabra."