“El es la Roca, cuya obra es perfecta,
Porque todos sus caminos son rectitud;
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él;
Es justo y recto” (Deuteronomio 32:4)
La rectitud y justicia divina están muy relacionadas con la veracidad y fiabilidad, dentro de todos esos atributos que llamamos morales. Casi podríamos decir que tratar y ampliar solo uno de ellos abarcaría los demás.
En primer lugar tenemos que decir que Dios es la norma de todo lo que es justo. Él decide lo que es justo o injusto, ya sea según la ley dictada a Moisés o la escrita en el corazón de cada uno. Él es la ley, el dedo-legislador y el ejecutor de ella. Podemos esperar que él sea recto en la observancia de sus propias leyes, pero no podemos juzgarle o recriminarle (Gén.18:35), pues qué es el barro para altercar con el alfarero (Rom.9:20ss). Solo podemos callar (Job 40:2, 4, 8ss).
Segundo, Dios actuará con el ser humano de acuerdo con lo que es justo. Será recto en sus decisiones. Exigirá justicia a todo ser humano en todo asunto.
Tercero, al juzgar al culpable, al que quebranta la ley por él establecida, será justo y recto, pues tratará a todos por igual, y será justo cuando no castigue o perdone. La salvación o justificación del pecador le hace mostrar su justa ira en otro, su propio Hijo (Rom.3:25ss), pues Cristo cumple toda justicia (Jn.3:15).
Podemos asegurar que no habrá nadie en el infierno que no lo merezca, ni habrá nadie en el cielo que no se le haya pagado su deuda.
Oración
“Padre, puedo ver en mí, gracias a tu Hijo, tu justicia y misericordia en perfecta armonía. Gracias”.