“Nuestro Dios está en los cielos;
Todo lo que quiso ha hecho.” (Salmo 115:3)
Al hablar de soberanía, tenemos que hablar de voluntad e independencia divina, aun cuando podríamos tratarla cada una de manera separada.
Dios ha obrado y seguirá haciéndolo según su deseo. Decide y hace todo lo necesario para mostrarse a sí mismo a toda la creación. No hay nadie que esté a su nivel para poder discutir sus decisiones (Rom.9:20) (Jer.18:6).
Dios determinará todas las cosas según su naturaleza, por lo que será siempre lo mejor y para su gloria. No como nosotros que estamos sujetos a limitaciones y errores.
Toda acción divina será libre, pues no hay exigencia u obligación en él o fuera de él para querer hacer algo. El ser humano, al contrario está obligado a obedecer (Daniel 4:35).
La voluntad de Dios puede ser secreta. Decide en su eternidad e intimidad (Mt.13:35) (1 Pe.1:20) y solo él decide si revelarla o no. Hay cosas que nunca llegaremos a saber.
Pero también su soberana voluntad puede ser preceptiva; y por tanto, revelada y demandarla (Deut.29:29). Dios manda, por ejemplo, a todo hombre que se arrepienta (Hch.17:30) y a la vez puede decidir dificultarlo (Mr.4:11,34); o permitirlo (Hch.11:18) (2 Tim.2:25) y facilitarlo (Rom.2:4).
Su voluntad decretiva, lo que decidió en el pasado y su voluntad moral, lo que quiere para nosotros, aunque no lo cumplamos, no se oponen.
Lo que nosotros queramos saber de su voluntad y lo que él quiera mostrarnos de ella, lo encontraremos en la Escritura.
Oración
“Padre, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (Mt.6:10) ¿Qué mejor cosa puedo desear?