“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10)
Dios, en su providencia, dirige todo de principio a fin para el propósito final que él ha establecido y que siempre será para su gloria (Rom.11:36) (1 Cor.15:27s). No hay nada ni nadie que pueda impedirlo (Rom.8:38s).
Ahora bien, como ya señalamos en la soberanía de Dios, hay dos formas que podemos señalar sobre el gobierno o manera de obrar de Dios con respecto al ser humano.
Dios ha decretado asuntos antes de la creación que no pueden ser removidos como pudo ser la elección de un pueblo (Ef.1:4) y la forma de redención por la muerte de su Hijo (Hch.2:23; 4:28), así como las obras en nosotros (Job 14:5) (Sal.139:16) y por nosotros (Ef.2:10) (Judas 4).
Dios también manda y demanda al ser humano obediencia de forma completa y fija, como con los Diez Mandamientos, obediencia completa, y establece que el pecador se arrepienta y crea (Mt.3:2; 4:17), capacitándole para que obedezca, o que se resista, llegando incluso a impedírselo (Mt.13:10-13). El que Dios dé el poder de pecar, no da derecho a hacerlo.
Dios se deleita en salvar al pecador (Luc.15:7) y obrará y forzará al pecador para alcanzarlo (Jn.6:44) y a la vez se deleita en ser justo y por tanto en condenar al pecador no arrepentido (Jn.3:18).
Por medio de la oración tenemos poder para cambiar la voluntad divina en aquello que él ha decidido (Jn.16:24) (Santiago 4:2).
Oración
“Quiero orar y buscar aquello que tú quieras y tengas dispuesto, pues será lo mejor para mí siempre”.