“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Juan 20:30-31)
Dios ha obrado los milagros de diferente forma y con diferentes énfasis a lo largo de la historia. Lo hizo directamente, a través del Hijo (Juan 2:11; 3:2), de los apóstoles (Mt.10:8) (Hch.2:43) o de la iglesia (1 Cor.12:9-10) e individuos en particular (Hch.6:8; 8:6s).
Puesto que los milagros no son un fin en sí mismo, sino un medio, su presencia variará según las circunstancias y propósitos de Dios. Por Cristo, para confirmar su autoridad (Jn.20:30s), para confirmar el mensaje (Jn.3:2; 4:29), el llamamiento a apóstol (1 Cor.1:22-24) (2 Cor.12:12), testimonio del reino (Mt.12:28) (Luc.4:18; 9:1-2), etc. Pero también son por causa de misericordia (Mt.14:14; 20:30,34) (Hch.3.1-8) o para quitar obstáculos a la obra (Hch.3:9; 5:12-16), etc. Pero el propósito final de estos será glorificar a Dios (Mt.9:8) (Jn.9:3) y creer en él (Jn.11:4,15). Es por estas razones que podemos pedir por ellos, pero no depender de ellos (Hch.4:29).
Es necesario tener cuidado, porque igual que los magos egipcios podían imitar las señales de Moisés (Ex.7:11; 8:7-22) hoy puede haber engañadores, como Simón (Hch.8:9-11) o instrumentos-siervos del diablo (Hch.16:16) (2 Tes.2:9s) (Apoc.13:11-14).
Debemos distinguir el falso milagro del verdadero, mirando quién lo ejerce, si es creyente y de buen testimonio (Mt.7:20) (1 Cor.12:3) (1 Juan 4:2) y si están de acuerdo al carácter y naturaleza de Dios, de su palabra y sus propósitos.
El hacer milagros no es por tanto un oficio o un ministerio.
Oración
“Señor te pido que obres en mi vida de manera natural y sobrenatural, pero que sobretodo descanse en ti, sea cual sea tu mano en mí”.