“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5: 12)

Nos encontramos con un gran misterio con respecto al origen del pecado, pues la Escritura parece guardar silencio, por lo que debemos ser prudentes en las conclusiones.

Podemos comenzar afirmando que Dios no es la causa del pecado (Gén.18:25) (Deut.32:4) (Stg.1:13), aun cuando él ha decidido permitirlo. El ser humano no es quién para decirle el por qué o el cómo (Dan.4:35) (Rom.9:20). El pecado no existía eternamente, ni apareció espontáneamente.

Antes de nuestra creación el pecado ya existía en ángeles caídos (Ezeq.28:11-19) (Apoc.12:9; 20:2) y fue por Satanás, la serpiente antigua (Rom.16:20) que Adán fue seducido a pecar (Gén.3:1s), a desobedecer a Dios.

Podemos decir entonces que el pecado entró por un hombre (Rom.5:12), Adán, cuando este dudó de Dios al dudar de lo que Dios dijo, cambió lo bueno por lo malo y quiso ser como Dios siendo solo criatura.

Desde ese histórico momento todo descendiente, todo ser humano está infectado en su naturaleza (Rom.5:19). No somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores, porque ya está en nuestro ser el hacerlo y es inevitable, aun cuando no somos todo lo corrupto que nuestra corrupción nos podría llevar a ser, por la gracia común de Dios reprimiendo o frenando por medio de la conciencia, educación, temor, etc. (Rom.2:14-15).

Oración

“Sé que soy pecador, que el pecado está en mí, por eso, Señor, te pido que lo frenes, que no peque contra ti”.