“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”(Lucas 1:35)
El Hijo de Dios siempre fue Dios, pero no hombre, para ello tuvo que encarnarse naciendo de una virgen, mujer que no conociera varón (Mt.1:18) (Luc.1:35), tal como estaba anunciado (Is.7:14; 9:6).
Jesús fue total y completamente humano. Su cuerpo experimentó cansancio (Jn.4:6), sed (Jn.19:28), hambre, dolor… Su mente se formaba desde la infancia (Luc.2:52) y se limitaba en información (Mr.13:32). Su espíritu se angustiaba (Mt.26:37s), lo entregó en su muerte (Jn.19:30) (Mt.27:50). Llora (Jn.11:35), siente ira, regocijo,… Fue parte de una familia normal de la época (Mt.13:55) (Mr.6:3).
La única diferencia con el resto de nosotros es que aunque fue tentado en todo, como nosotros, el fue sin pecado (Luc.4:1-13) (Heb.4:15s; 7:26) (1 Ped.2:22) para poder luego llevar nuestro pecado (2 Cor.5:21) (Gál.3:13) (Is.53:6, 9, 12) e interceder por nosotros (Heb.2.18) (1 Jn.3:1).
Su humanidad, por tanto, fue necesaria para ser nuestro representante (Rom.5:18s), sustituto (Heb.2:11-17), mediador (1 Tim.2:5) y ejemplo aquí para nosotros (Rom.8:29) (2 Cor.3:18) (1 Ped.2:21). Ahora, por su victoria como hombre y redentor, gobierna y tiene todo bajo su autoridad (Mt.28:18) (Ef.2:22s).
A partir de ello el Hijo de Dios será también siempre hombre (Mt.26:29) (Ap.1:13-17).
Oración
“Gracias Señor, por tenerte a ti no solo como mi Señor y Salvador, sino también como ejemplo”.