“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” (Efesios 1:3)
En algún momento de su eterna existencia, Dios estableció libremente un plan para rescatar y hacer suyo un pueblo para reflejar a su Hijo, su propia gloria, para toda la eternidad (Sal.33:12) (Is.32:1-18; 62:11-12) (Jer.31:3) (Heb.9:12) (1 Pedro 2:9s).
Para cumplir la voluntad divina, el Hijo se ofrece para ser él, el redentor, la paga requerida (2 Cor.5:21) (Is.53:6,10). No se ha establecido otro modo posible (Hch.4.12) (1 Tim.2:5). Jesús mismo dijo que “si era posible…” (Mt.26:39) para constatar que no lo era. No podemos esperar o mirar a otro.
Cristo es el único que cumplirá toda justicia demandada por Dios Padre (Rom.3:25s) (Heb.2:17; 9:23s). Es el único en el cual Dios queda satisfecho (Mt.3.17, 17:5) (2 Ped.1.17).
Cristo es el único que puede dar medida del amor de Dios (Jn.3:16), como es el único que puede ser su imagen (Jn.14:9s) y llevar su gloria (Is.42:8) (Jn.17:1,5). Esta expiación solo podía realizarla alguien que no fuera criatura, pero que se hiciera como nosotros (Jn.3:13) (Ef.4:8-10) (Fil.2:6s).
Fue necesario que Cristo cumpliera lo que ya estaba marcado en la Escritura (Luc.24:25-26).
Cristo es nuestra expiación de principio a fin.
Oración
“Gracias Dios mío, por aquel instante en que decidiste mi salvación y por el modo en el que lo hiciste”.