llagarad. vcl“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:5)

Para nuestra salvación Dios requería de su Hijo varias cosas, para las cuales Cristo siempre estuvo dispuesto.

Se sometió a la ley para así cumplir toda justicia (Mt.3:15) y ser hallado sin pecado (Heb.4:15; 7:16) (1 Pedro 2:22), pues él debía ser el Justo (1 Ped.3:18), para así poder ser hecho pecado por nosotros (2 Cor.5:21).

El pecado es de tal naturaleza y el daño es tan grande que su paga puede ser solo la muerte (Rom.6:23) por lo que obligó a Cristo no solo a sufrir durante su vida (Is.53.3), física (Luc.9:58), emocional (Jn.11:35) (Lc.19:41), interna o espiritual (Mt.26:38) (Jn.12:27), sino a sufrir la muerte y muerte de cruz (Filipenses 2:8).

Además de esto los suyos no solo no le recibieron (Jn.1:11), sino que le despreciaron hasta lo sumo (Is.53:3), con todos nosotros (Jn.1.10). Sus discípulos le abandonaron (Mat.26:56), así como el mismo Dios Padre (Mt.27:46) (Is.53:6,10), cargando sobre él toda la ira que debía de ser sobre nosotros (Rom.3:25), es decir, nuestra propiciación (Heb.2:17) (1 Jn.2.2; 4:10).

El infierno fue sobre él, para nosotros alcanzar el cielo. La expiación en él fue consumada (Is.53:11) (Jn.19:30) (Heb.9:25-28). Ya no puede haber acusación, ni sentencia en contra.

Oración.

“Gracias por esa expiación consumada. Ayúdame a vivir en eterna gratitud”.

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