“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.” (Efesios 1: 3-4)

¿Por quién murió Cristo? Existe mucho debate sobre esta pregunta. Personalmente estoy a favor de todo debate que sea constructivo y no traiga daño o descalificaciones personales.

Desde mi punto de vista la Escritura es muy clara, Cristo entregó su sangre por la iglesia (Hch.20:28) (Ef.5:25) y la iglesia no son todos. Salvará a su pueblo de sus pecados (Mt.1:21), no a todos los pueblos. El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn.10:11,15), no por lobos o malos pastores. Él muere por nosotros (Rom.5:8; 8:32), sus amigos, los suyos (Jn.15:13), los demás, los de fuera quedan excluidos. En conclusión es por los escogidos (Rom.8:32, 33), los que el Padre ha dado al Hijo (Jn.6:37-39; 17:9,20).

Su muerte en rescate es por sustitución (Mr.10:45) (1 Pedro 1:18s), por lo que no hay vuelta atrás.

Esta expiación limitada a los suyos es la que mejor encaja en la soteriología o teología de la salvación. Los predestinados son justificados y estos glorificados (Rom.8:29-30), ni uno más, ni uno menos.

Si que hay algunos versículos debatibles, pero se entienden en su contexto y en otros pasajes más claros.

Esto no implica que el evangelio no sea para todos (Mt.28:18-19) (Marcos 16:15).

Oración

“Dios mío, tu eres glorioso en traer salvación y en traer condenación. Te doy gracias por tu justicia y tu misericordia”.