“Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.” (1 Pedro 2:25)
Mientras que Jesucristo estuvo entre nosotros para rescatarnos obró a la vez de tres formas, lo que se conoce como sus “oficios” y que estaban ya señalados en el Antiguo Testamento.
Cristo fue el cumplimiento final del sacerdocio “mosaico”, ofreciendo el sacrificio perfecto por el pecado del pueblo (Heb.7:27; 9:12, 24-28; 10:1-4; 13:12), pues no fue sacrificio de animales, que era necesario repetir, sino de sí mismo (Heb.10:10-14). Su sacrificio sigue siendo suficiente y alcanzando a todo el que se acerca a él de esta manera (Heb.4:14-16). El sigue intercediendo por su pueblo en el presente (Heb.6:19s; 7:25) y por eso podemos orar en su nombre (Jn.14:13s; 16:24).
Cristo fue también el profeta último de Dios (Deut.18:15-18) tal como certifican los testigos y la Escritura misma (Jn.6:14; 7:40) (Hch.3:22-24). No habló independiente del Padre (Jn.7:16-18; 14:9s), por eso nos manda oírle a él (Mt.17:5), pues tiene igual autoridad (Mt.5:22) “pero yo os digo…”.
Cristo es el Rey. Profetizado (Mt.2:2). Manifestó su poder venciendo a sus enemigos y los tiene bajo sus pies, autoridad (Mt.28:18) (1 Cor.15:25) (Ef.1:20-22). Su reino está en formación o extensión (Mt.4:17; 21:5) y no es de este mundo (Jn.18:36). Todos, un día le reconocerán como tal (Fil.2:10).
Oración
“Te doy gracias por mostrarme a tu Hijo como el Sacerdote, Profeta y Rey, y hacer que me incline ante él”.