“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”(Romanos 5: 1)
La justificación es un concepto jurídico con el que la Escritura enseña que el pecador, culpable como es, aun así es declarado inocente (Rom.3:30). Es un acto totalmente divino y fuera de nosotros, a causa de la fe puesta en la obra de Cristo en nuestro lugar (Rom.3:21). No es producido por nada en nosotros, no hay mérito alguno, y es un acto instantáneo, no un proceso. Dios es el que justifica o condena (Rom.8:33s)
Esta justificación de parte de Dios es posible al apropiarnos de la justicia de Cristo (Rom.3:21s; 5:19), de tal forma que al inocente, Cristo, le es imputado nuestro pecado (2 Cor.5:21) y paga por ello, y al culpable se le imputa la justicia (Rom.5:19).
En el momento mismo de nuestra conversión y justificación pasamos a ser hechos hijos de Dios (Jn.1:12) (Rom.8:14-17) (Gál.3:23-4:7).
Siendo nosotros hijos de desobediencia e ira (Ef.2:20; 5:6) y del diablo (Jn.8:42) (1 Jn.3.10), pasamos a ser adoptados (Rom.8:15), obra del Espíritu (Rom.8:14) por medio de la fe (Gál.3.26). Con esto pasamos a ser herederos (Rom.8:17) (Gál.3:29), llegando a tener ahora intimidad con el Padre que antes no podíamos (Rom.8:15) (Gál.4:6) y un cuidado y amor de su parte que antes no experimentábamos.
Oración
“Gracias Dios, por declararme justo y hacerme hijo tuyo. Ayúdame a ser digno de ello”.