“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2: 10)
Es la obra progresiva de Dios en el creyente para hacerle más libre del pecado y más semejante a Cristo.
Comienza en el mismo momento de nuestro nacimiento espiritual (1 Cor.6:11) en el cual Dios pone la capacidad para que luego nosotros podamos luchar contra el señorío del pecado (Rom.6:11, 14, 18). A partir de ahí nosotros somos responsables (Rom.6:12-13) y debemos trabajar para servir a la justicia (Rom.6:19).
Nunca alcanzaremos aquí, en esta vida, una total santificación (Rom.6:12-14), pues solo será posible tras nuestra muerte y resurrección (Heb.12:23).
Nuestro modelo es Cristo (1 Pedro 2.21) (1 Jn.2:6) y ser como él debe ser nuestra constante siempre.
Nuestra motivación es el mandato divino y el hecho que él sea santo (1 Pedro 1:16).
Esta santificación debe afectar a nuestro intelecto (2 Cor.10:5), a las emociones (Rom.6:17) (1 Pedro 2:11), a nuestro espíritu y cuerpo (1 Cor.7:34) (2 Cor.7:1) y a nuestra voluntad (Fil.2:13); y de esta manera a nuestro hogar, trabajo y vida social
Debemos tener especial cuidado en diferenciar la santificación de la justificación, pero a la vez no independizarlas. Cristo es a la vez salvador y señor de mi alma.
Oración
“Gracias Dios mío, por justificarme un día y ayudarme a santificarme cada día”.