“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Filipenses 3: 21)

La glorificación es la aplicación final de nuestra redención (Rom.8:30), la transformación completa de nuestro ser para la adaptación y disfrute por toda la eternidad de los nuevos cielos y la nueva tierra (2 Pedro 3:13).

Esta glorificación, se  inició con la santificación, solo se alcanzará con la vuelta de Cristo (1Cor.15:22s). Con él vendrá nuestra resurrección del cuerpo (1 Cor.15:51), que se unirá al alma eterna de los que están con Cristo (Luc.23:43). Los que aún vivan cuando él vuelva serán directamente transformados (1 Cor.15:51) (1 Tes.4:15-17).

Nuestro ser glorificado será incorruptible (1 Cor.15:42s); es decir, ya no envejecerá, ni se deteriorará, ni sufrirá. Será atractivo, resplandeciente (Mt.13:43; 17:2), en su plenitud de fuerza para hacer lo que Dios nos tiene preparado como reyes y señores (Ap.1:6; 5:20), espiritual, por la obra definitiva del Espíritu en nosotros. Es decir que seremos semejantes a Cristo (1 Cor.15:49) (Rom.8:29) en el momento mismo que le veamos cara a cara (1 Juan 3:2).

Hay muchas incógnitas que no han sido reveladas, pero eso aumenta nuestra expectación y deseo.

Nos conoceremos, pero sin defectos, no nos daremos en matrimonio (Mr.12:25). Cristo será nuestro gozo.

Oración

“Te doy gracias Dios mío, por todo lo que ya has hecho por y en mí, y por lo que has prometido que aún harás”.