“Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” (Romanos 13:14)
Para poder alcanzar una vida cristiana victoriosa, es decir poder cumplir el propósito de glorificar y gozar de Dios, el Espíritu, que mora en cada uno de nosotros (Rom.8:9) y que es en nuestro interior como un rio de agua viva (Jn.7:38-39), nos ofrece diferentes elementos que se complementan y necesitan entre sí.
El fruto del Espíritu (Gál.5:22-26), que es la mejor forma de frenar las obras de nuestra carne (Gál.5:19-21) o apetitos del viejo hombre. Es un solo fruto tanto el amor, gozo, paz, etc. son partes inseparables del resultado de andar (Gál.5:16, 25), ser guiados (Gal.5:18) y vivir por el Espíritu (Gál.5:25). Debemos esperarlo, pero no de una forma pasiva, sino buscando ser llenos del Espíritu (Ef.5:18).
Los dones del Espíritu (Rom.12:6-8) (1 Cor.12:7-11), son la forma en las que el Espíritu se manifiesta (1 Cor.12:7) y obra (1 Cor.12:11) para ofrecer nuestro culto racional (Rom.12:1). Todos tenemos responsabilidad en cada área de la vida cristiana pero en algunas de ellas nos hace destacar, y si hay que buscarlos, los mejores son el amor (1 Cor.13:13; 16:14) y la profecía (1 Cor.14:1).
Contamos también con la armadura de Dios (Ef.6:10-20), pues estamos en lucha constante contra el diablo y su ejército (Ef.6:11-12). Es como fortalecernos en el Señor (Ef.6:10). No podemos desprendernos de ninguna de sus partes en ninguna circunstancia.
Oración
“Quiero darte gracias, Dios mío, por tu armadura, tus dones y el fruto del Espíritu. No me has dejado desamparado”.