“Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1)
La oración es uno de los asuntos más importantes de la vida cristiana (Lucas 11:1-13), y por ello debemos dedicarle más atención.
La oración es vital en el creyente (1 Tes.5:17), pero se puede orar y no ser creyente (Hch.10:1-6). Todos podemos orar por lo fácil que es, pero se cometen muchos errores. Tenemos el deber de orar, y esto nos trae muchas bendiciones, y aun así se ora poco. Hay mucho que aprender.
No oramos para dar a conocer a Dios, pues él sabe antes de que le pidamos (Mr.6:8). No son necesarias largas o repetidas oraciones (Mt.6:7). No se debe orar para ser vistos (Mt.6:5) o para nuestros deleites personales (Santiago 4.3) o sin fe (Santiago 1:6-7).
La oración es un medio de gracia, por el cual Dios nos permite tener comunión con él a pesar de nuestro pecado. Puede ser para adoración, alabanza, gratitud, confesión, petición, intercesión, etc.
La oración debe venir de un corazón sincero y siendo consciente de lo que pedimos, es decir conforme a la Escritura y el honor y carácter de Dios. Debería ser guiada por el Espíritu y descansando en la obra y persona de Cristo, en su nombre (Jn.14.13s).
Cristo nos dejó un buen ejemplo de oración (Luc.22:41-46) (Jn.17:1s)
Oración
“Padre, enséñame a orar. Ayúdame a orar más y mejor”.