Nací en Ciudad Real dentro de una familia de costumbres católicas.
Cuando era pequeña, y debido a una grave enfermedad, pasé tiempo en el hospital. Compartí habitación con niños afectados por leucemia, en una época en la cual era muy difícil la recuperación. Allí fue donde comencé a preguntarme donde iban los niños que habían estado jugando conmigo días antes.
Estudié en un colegio de monjas y la religión era de carácter superficial (flores a María en el mes de mayo, el rosario, el ritual de la misa…) que no respondían a mis preguntas sobre el sentido de la vida o el sufrimiento y menos aun aclaraban el angustioso camino que recorrían las personas en este mundo. Me preguntaba si era normal o había algo más después de la vida, pero no encontraba la respuesta adecuada.
Todo era de suponer, según mi información de entonces, que si hacía buenas obras te salvarías, por el contrario te condenarías. Me conocía y sabía que mi mente y mi corazón no estaban hechos para buenas obras.
En el instituto conocí a unos jóvenes evangélicos que me invitaban a las reuniones de de su iglesia. Eran un poco rebeldes y nada conformistas, y eso me gustó. En sus reuniones estudiaban la Biblia, lo que me enseñó a ver la fuente de la Palabra de Dios.
En su iglesia los domingos predicaban sobre un texto bíblico y quedé sorprendida, pues era para mí desconocido. Intelectualmente aprendí muchas cosas, pero no las retenía en mi corazón.
Por aquella época volví a caer enferma; ingresé de nuevo en el hospital y me llevé una Biblia. Allí el Señor me habló con dulzura a través de un versículo de Juan 3:16,17: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna, Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.
Supe que me había convertido porque me sentí culpable y arrepentida de mis pecados. Reconocí el inmenso amor de Dios, y luego Su Sabiduría leyendo las cartas a los Romanos y Hebreos. Cuando tuve la oportunidad de leer 1ª Corintiosd15, supe de la esperanza de la resurrección.
Desde entonces, gracias al Amor de Dios manifestado en la Cruz por medio de Nuestro Señor Jesucristo, soy cristiana.