Después de haber cruzado enormes y áridos desiertos, pero también frondosos y frescos bosques en mi vida cristiana, me detengo a recordar sobre una cumbre lo que ha sido mi vida.
Frescos manantiales, tormentas, lodo; de todo he vivido en mi piel a lo largo del camino; mas sólo por la gracia del Señor pocas veces perdí el norte. Ya no recuerdo todos aquellos preciosos himnos que fueron mi deleite desde niña, pero sí mi anhelo de oírlos y entonarlos con mi padre en las noches bajo la luz de la luna.
Mi padre fue un fiel guerrero del Señor quien nos dejó junto con mi madre gratas enseñanzas antes de emprender su viaje eterno, años después de mi madre.
Si bien es cierto yo no había aun trillado la hojarasca de este mundo impío, sentía ráfagas de algo que insistía robarme la felicidad. Mis ojos no podían verlo y sin saber de dónde, una fuerte lucha fue naciendo desde dentro. Sentía como me devoraba y aprisionaba, como si mil lingotes de plomo cayeran sobre mis hombros. Sentí de joven que ya era la hora de librarme de esos pesos, de cambiar de rumbo… anhelaba cambios.
Recordando mi nuevo nacimiento, una suave sensación me estimula los sentidos. Una suave fragancia inunda mi ser hasta calarse en lo más profundo del pensamiento, Cristo había muerto en mi lugar y yo le precisaba aunque hubiese nacido en un hogar que le seguía. Y mientras fui mirando al Salvador él me sumergía en el fascinante rol de creyente renacido. Recorrí laderas. Disfrute en ellas de abundantes y frescos frutales; en mi piel nacía un nuevo día, un nuevo sol. En mis cabellos danzaba el viento. El realmente había cambiado mi vida de forma radical.
El cielo celebraba, si, celebraba de gozo por el renacer de aquella caminante a la que ya desde antes había escogido, a quien habría dado cobijo.
Esas ráfagas a veces retornan con un grito ensordecido llenas de furia salvaje y de ganas de destruir, provocando sonidos que hielan mi alma de peregrino; pero entre la furia desatada, su rayo de luz siempre emerge para infundirme nuevo aliento y para recordarme que las sorpresas nunca cesarán. Entonces me hace comprender a quién pertenezco y digo: " Es hora de empezar de nuevo"
¡Tú, Tú, Tú lo tienes todo bajo control! Eres Sabio y Poderoso y si tú así me proteges, ¿Quién te vencerá gran forjador de barro? Si por ti son las puestas de sol y las madrugadas. Por ti cada despertar, cada sentimiento; la luz, el color, el fuego, las flores, el mar; la lluvia y el viento; la tierra y el agua, el cuerpo y el alma. Por ti el amor, el dolor, la paz y el tormento. Por ti la ilusión y el gozo de seguir viviendo. Por ti miro siempre el sol desde mi ventana. Por ti admiro las estrellas mientras sigo mis pasos. Por ti aumenta la ilusión en toda mi alma. Por ti las dulces canciones, la risa, el abrazo. Por ti me pongo a cantar aunque esté sufriendo. Por ti supero cada sinsabor, cada sinsentido. Por ti mis aspiraciones y las lágrimas por mi vertidas; también las caricias, los aromas, mi mejor sonrisa... Por ti las desolaciones y la alegría; azules y grises recuerdos, suspiros, corazón, pasión, poema y plegaria… Y todo lo que no se puede decir con palabras.
Versículos claves de mi vida:
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. 2 Timoteo 2:15
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Josué 1:7