nature 3289812 1280Desde el amanecer de la Reforma protestante en el siglo XVI, la doctrina de la salvación se erigió como el núcleo de la disputa teológica que transformó la historia de la Iglesia. Martín Lutero, al redescubrir la enseñanza paulina sobre la justificación, proclamó que “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17, Gálatas 3:11, Hebreos 10:38, Habacuc 2:4), reconociendo en este texto lo que él llamó la puerta del paraíso.

En sus Comentarios a los Gálatas, Lutero afirmó: “La justificación por la fe es el artículo por el cual la Iglesia se mantiene o cae”.

Esta convicción fue luego profundizada por Juan Calvino, quien en su Institución de la Religión Cristiana escribió: “No somos justificados mediante las obras, sino gratuitamente, porque Cristo nos reviste con su justicia” (Institución, III.XI.3). La Reforma, por tanto, reafirmó el principio de que la salvación pertenece enteramente a la gracia soberana de Dios y no a esfuerzo o mérito humanos, conforme enseña la Escritura: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8–9).

Los Cinco Solas: Fundamento de la Soteriología Reformada

Los cinco solas de la teología reformada constituyen la estructura doctrinal que resume la comprensión bíblica de la salvación:

Sola Scriptura: Toda autoridad doctrinal emana únicamente de la Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16–17). Calvino sostuvo: “La Escritura emana del Espíritu Santo y, por tanto, tiene su propia autoridad. No necesita testimonio ajeno para validarse” (Institución, I.VII.5).

Sola Fide: El hombre es declarado justo sólo por la fe en Cristo. “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28).

Sola Gratia: La redención es iniciativa exclusiva de Dios, quien concede el don de la fe. “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:5). Lutero lo expresó así: “La gracia no se otorga porque seamos dignos; más bien, por medio de la gracia somos hechos dignos”.

Solus Christus: Solo Cristo es el mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5). Calvino afirmó: “Toda la sustancia del Evangelio consiste en considerar correctamente quién es Cristo y qué ha traído” (Institución, II.XVI.19).

Soli Deo Gloria: Todo el conocimiento, la redención y la vida cristiana existen para la gloria de Dios (Romanos 11:36). El Catecismo menor de Westminster (I. 2) resume este principio afirmando: “El fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre”.

joven calvino 833x1024La doctrina de la predestinación emerge como consecuencia inevitable de estos principios. La Escritura declara: “Nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él” (Efesios 1:4), y “tendré misericordia del que tenga misericordia… no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:15–16). Calvino interpreta la elección no como un decreto arbitrario, sino como una expresión de la sabiduría y el amor de Dios: “La predestinación es el eterno decreto de Dios, por el cual determinó consigo mismo lo que quería hacer de cada hombre. Porque no los crea a todos en la misma condición, sino que a unos destina a vida eterna, y a otros a condenación eterna” (Institución, III.XXI.5). Este planteamiento, aunque difícil de aceptar para la razón natural, preserva el principio reformado de Soli Deo Gloria, asegurando que la salvación depende por completo de la iniciativa divina y no de mérito humano.

No obstante, la tradición reformada también afirma la responsabilidad moral de la humanidad. Si bien la salvación está decretada por Dios, la Escritura presenta al hombre como responsable de su incredulidad: “El que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). La Confesión de Fe de Westminster (III.1) armoniza ambos aspectos al declarar: “Dios, desde toda la eternidad, ordenó libre e inmutablemente todo cuanto acontece; sin embargo, de tal modo que ni Dios es autor del pecado, ni se violenta la voluntad de las criaturas”.

El obrar regenerador del Espíritu Santo convierte la voluntad humana endurecida en obediente. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros” (Ezequiel 36:26). Así, la gracia divina no destruye la libertad, sino que la restaura, haciéndola verdaderamente libre para amar y buscar a Dios. Como resume Pablo: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

La Soberanía de Dios en la Redención

La teología reformada de la salvación presenta una visión coherente y bíblica: la gracia soberana de Dios actúa eficazmente en la historia, cumpliendo un propósito eterno de redención que abarca desde la elección hasta la glorificación (Romanos 8:29–30). La predestinación, lejos de ser una doctrina de desesperanza, ofrece consuelo al creyente, pues garantiza que “nadie podrá arrebatarlos de la mano de mi Padre” (Juan 10:29).

En la síntesis reformada, la tensión entre soberanía divina y responsabilidad humana no se resuelve racionalmente, sino que se abraza en adoración. Como afirma la Confesión de Fe de Westminster (III.8): “La alta doctrina de la predestinación debe ser tratada con especial prudencia y cuidado… para que los hombres presten atención a la voluntad de Dios revelada en su Palabra y confíen en la certeza de su llamamiento”.

helping 9020458 1280Soteriología Reformada y Esperanza Cristiana

El recorrido doctrinal presentado en este artículo subraya que el eje de la soteriología reformada no es únicamente académico, sino el cimiento vital de la experiencia cristiana. Tal como sostiene la Confesión de Fe de Westminster, la salvación no depende de ninguna virtud, fe o religiosidad previa en la persona, sino exclusivamente de la libre gracia y amor de Dios manifestados en Cristo (Confesión de Fe de Westminster III.5). De acuerdo con Calvino, “La certidumbre de la salvación no nace del mérito humano, sino únicamente de la promesa de Dios, que nunca falla” (Institución, III.II.24).

Esta perspectiva recalca que la salvación, desde la elección hasta la glorificación, es obra soberana de Dios, quien, movido únicamente por su propósito eterno y consejo inmutable, redime al creyente sin depender de condiciones humanas (Efesios 1:4–6; Romanos 8:29–30). De acuerdo con Lutero, esta doctrina no genera fatalismo sino profunda confianza, pues “quien pone su esperanza en la gracia de Dios, descansa en la promesa segura de su misericordia” (Comentario a los Gálatas).

Frente a un mundo que idolatra la autosuficiencia, la doctrina reformada revela la total dependencia del creyente en la obra consumada de Cristo, excluyendo toda jactancia y orientando la vida hacia la adoración y gratitud. La tensión entre soberanía divina y responsabilidad humana, lejos de resolverse racionalmente, constituye un misterio que impulsa a la fe y al asombro, tal como reconoce la propia Confesión de Fe de Westminster (III.8): “La alta doctrina de la predestinación debe ser tratada con especial prudencia y cuidado…”.

Así, la soteriología reformada culmina en doxología: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36).

Bibliografía

Biblia Reina-Valera 1960.

Martín Lutero, Comentario a los Gálatas.

Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana.

Lutero, Obras completas, vol. 3, sermón sobre la gracia (1522).

Catecismo menor Westminster.

Juan Calvino, Comentario a Romanos, 9:23

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